La novela tiene un ritmo trepidante y una atmósfera asfixiante, con una historia que se vuelve cada vez más enigmática, protagonizada por unos personajes que encarnan una versión original y actualizada del mito de Fausto.
Eduardo López es gerente de una compañía de seguros, casado y con dos hijos. Tal y como indica el título, Eduardo es aficionado a correr en solitario, tres o cuatro veces por semana, para “lanzarse durante cinco, seis, siete kilómetros en busca del extraño éxtasis que provoca la producción acelerada de hormonas, la natural secreción de sustancias que invaden la sangre y ayudan a pensar diferente, a ver asuntos desde otros ángulos, a concebir ideas extrañas y –claro- a transformar dolor en placer”. La afición de Eduardo será una alegoría de las situaciones que tendrá que enfrentar ya que para él correr es más que un deporte, “es una forma de huir, de escapar de sí mismo. Eso es lo que le pasa últimamente: está bajo presión, por eso salir a correr es un alivio pasajero y una coartada. Las presiones son muchas y cada vez corre más. Lo hace, en especial, cuando está a punto de estallar. No sabe qué podría hacer en vez de correr; probablemente bebería o sería un individuo violento. Correr es su vicio y también su salvación”.Cuando regresa de un viaje de negocios conoce en un aeropuerto a Raimundo Conti, agente inmobiliario y asesor en bienes raíces. El encuentro resulta algo inquietante, pero finalmente se despide de Conti pensando que ha sido “un encuentro casual en circunstancias fortuitas que se disolvía en medio de un laberinto”. Pero Eduardo está muy equivocado, una semana después Raimundo vuelve a llamarle, mostrando una actitud desconcertante, señalando la situación de presión que está sufriendo en el trabajo y haciéndole una propuesta: “Yo podría ayudarte a dejar todo eso, a transformarte en el amo de ti mismo”.
El diagnóstico de Conti es acertado, ya que Eduardo está viviendo una situación complicada en el trabajo. La empresa está atravesando momentos difíciles y tiene que ajustar plantilla y despedir empleados. Él es el encargado de confeccionar la lista de los que se quedarán en la calle. La presión del trabajo le hace descuidar a su mujer y a sus hijos.
Eduardo se muestra esquivo con Conti, pero éste comenzará una persecución que se convertirá en una amenaza tanto para Eduardo como para su familia y que hará que toda su vida comience a desmoronarse en todas sus áreas. Eduardo sospechará que puede estar ante un psicópata que está ejecutando un juego maquiavélico y tendrá que enfrentarse a él para evitar que el juego termine de forma trágica. Pedirá la ayuda de un viejo amigo, antiguo policía, pero esto sólo será el comienzo de una pesadilla mortal. Conti sacará a la luz secretos inconfesables del pasado de Eduardo y le enfrentará a un suceso del pasado, que le llenará de remordimientos y sentimientos de culpa. Los encuentros mutuos y las extrañas coincidencias que se producirán, le harán dudar de si todo lo que está sucediendo es fruto del azar o de un siniestro plan perfectamente elaborado.
“El corredor nocturno” es un apasionante duelo entre dos personajes fascinantes, con un desenlace inesperado y una implicaciones que trascienden el thriller para convertirse en una impecable reflexión sobre hasta dónde estamos dispuestos a llegar con tal de conseguir lo que anhelamos. La novela es también una crítica a un sistema laboral cruel, con empleados que son despersonalizados y tratados como números, obligados a comportarse de forma miserable, dispuestos a pisotearse sin escrúpulos para sobrevivir y ascender.
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