Después de “Nadie lo ha visto”, llega el segundo título de la serie policíaca protagonizada por el comisario Anders Knutas, “Nadie lo ha oído”, de Mari Jungstedt (ed. Maeva, 2009). La escritora sueca nos ofrece una novela que sigue la fórmula que tanto éxito está teniendo en todo el mundo: “Una auténtica novela negra sueca, apasionante, violenta y escrita con sensibilidad”.
Henry Dahström, alias “el Flash”, aparece brutalmente asesinado en su casa en la isla de Gotland. “El Flash” había trabajado como fotógrafo duramente muchos años para los periódicos locales y fue considerado uno de los mejores fotógrafos de la isla, “antes de que la bebida se adueñara totalmente de su vida”. Lo que parece ser una riña entre borrachos que se les ha ido de las manos, se complica al descubrir la policía que Dahström había ganado una importante suma de dinero en las apuestas justo antes de morir. Conforme avanza la investigación, los secretos de “el Flash” comienzan a salir a la luz y aparecen unos ingresos extras, aparte del premio, que aumentan las sospechas de que posiblemente estaba metido en negocios sucios.
Al mismo tiempo que se desarrolla la investigación se narra la historia de Fanny, una adolescente de 14 años que vive con su madre, una mujer alcohólica que tiene a su hija complementamente desatentida. Fanny vive en soledad, sus vecinos la definen como “una chica tímida y solitaria que cargaba con una responsabilidad demasiado grande en la casa” por culpa del alcoholismo de su madre. Fanny comienza una relación con un desconocido, cuyas consecuencias serán terribles.
Los dos casos se relacionarán complicando la investigación llevada a cabo por el comisario Knutas y su equipo de la Brigada de Homicidios de Gotland. Al igual que en la primera novela, Knutas contará nuevamente con la ayuda del periodista de la televisión sueca Johan Berg, quién vuelve a tener un golpe de suerte que le permite “aterrizar en medio de un acontecimiento decisivo para la investigación”.
Jungstedt realiza una disección brutal de la sociedad sueca, mostrando un cuadro de perdedores y, especialmente, desvelando las miserias y depravaciones que permanecen ocultas bajo una capa de normalidad y ante las que la gente prefiere cerrar los ojos. Por ejemplo, Knutas se desespera al conocer la situación de la joven Fanny, “¿Es que ya no existía entre la gente ningún sentido de responsabilidad colectiva? Ni siquiera dentro de la familia había personas dispuestas a hacerse cargo de una niña que se encontraba en una situación tan delicada”.
El personaje del comisario Knutas vuelve a destacar por encima del resto de protagonistas. Por una parte, por su compromiso profesional, para él “resolver un asesinato era como resolver un crucigrama. La solución rara vez se descubría directamente, sino que era necesario dejar reposar algunos detalles un día y concentrarse en otras pistas. Cuando volvía a examinar lo que había dejado a un lado, a menudo se le ocurrían nuevas ideas”. Por otra, tenemos su vida familiar; Knutas es un marido y padre ejemplar, llevaba 15 años casado con Line “y no cambiaría ni un solo día”. Tenían discusiones y crisis como toda pareja, pero “sus discusiones solían acabar bien siempre. Entre ellos no había rivalidad”. En contraste aparece Emma, protagonista también de la anterior novela. Su matrimonio con Olle hace aguas y John vuelve a aparecer en su vida dispuesto a que Emma se vaya con él. Emma se debatirá entre lo que le pide el corazón y lo que le dicta la cabeza. Vivirá sumida en remordimientos y sentimos de culpa mientras su marido continuará con una actitud de dejadez y desprecio.
Las diferentes historias que aparecen en la novela nos invitan a reflexionar sobre la necesidad de escuchar y atender a las personas que tenemos a nuestro lado, no escondernos ante la injusticia, enfrentar los problemas y no esperar impasibles a que el paso del tiempo los pueda solucionar.
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