Prepárate para realizar un viaje a un lugar único, Israel, “una tierra y un pueblo que han existido varios miles de años y han conocido todo tipo de suertes, muchos momentos de grandeza y de declive, muchos eventos dramáticos, algunos de los cuales han tenido una influencia considerable en el mundo entero”.
La periodista y escritora Covadonga O’Shea relata su viaje a Israel, durante la Semana Santa del año 2004, en su libro “Un viaje a Tierra Santa” (ed. La Esfera de los Libros, 2009).
En la introducción la autora muestra su lucha de sentimientos antes de realizar el viaje. Por una parte sentía emoción, porque estaba convencida de que “viajar a Israel para un cristiano es volver a sus raíces: a la cuna y fuente de la fe”. Pero por otra parte tenía miedo y temor ante las dificultades que podría encontrar en el viaje. Es interesante cómo las palabras “No temas”, que se repiten constantemente en la Biblia, sirvieron de consuelo a Covadonga.
El libro tiene el sabor de los libros de viajes, realizando un recorrido por los lugares míticos de la geografía israelita, pero con una perspectiva diferente. La autora se hace eco de las palabras del escritor francés Pierre Benoit, quién señaló que a Israel no se puede ir “con la actitud que bastaría a un turista en cualquier parte del mundo”. Porque el viajero a Tierra Santa tiene que descubrir en esa geografía algo tremendamente profundo: “se trata de la historia que significa la relación de la humanidad con Dios y el destino eterno de cada ser humano.” Por eso, “el mismo escritor, a la lista de objetos indispensables que aconsejas las agencias de viajes, añade dos cosas absolutamente necesarias: la Biblia y la propia alma”.
Las páginas de libro están cargadas de emoción, como en el momento en el que la autora llega a Jerusalén, donde ocurrió “El Hecho de la Historia”, “porque fue allá abajo donde los hombres, cada uno de nosotros, toda la humanidad, rechazamos al Hijo de Dios.” Él vino a este mundo “porque quería abrir a los hombres, que iban a darle muerte, las puertas de lo eterno, de la felicidad sin límites”.
El libro nos ayuda a comprender la complejidad de un país lleno de paradojas, donde asistimos a una “mezcla entre lo moderno y lo arcaico, lo viejo y lo nuevo, lo cínico y lo idealista que se descubre en cada piedra, en cada gesto, en cada persona, es lo que hace de Israel un pueblo complicado y difícil de entender, pero lleno de atractivo”. La autora nos abre su corazón para que podamos conocer “los distintos lugares que llenan esta ciudad de recuerdos sagrados, decisivos todos ellos para que se cumpliera el plan de Dios sobre los hombres”.
La Basílica del Santo Sepulcro, la Vía dolorosa, el Calvario, el sepulcro vacío, etc; aunque la autora no tiene dudas en cuanto a que la ubicación de estos sitios coincide con los originales, personalmente tengo todas mis reservas, pero, aún así, comparto la admiración por lo que ocurrió en aquellos lugares donde Jesús “triunfó sobre la muerte porque, como había predicho, resucitó al tercer día”.
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