Una novela en la que se mezclan muertes, trágicas coincidencias, enfermedades mentales, fenómenos paranormales, descubrimientos arqueológicos, recuerdos reprimidos, remordimientos, maldiciones y, por encima de todo, unos personajes protagonistas que nos mostrarán que "lo realmente importante en esta vida es amar y ser amado".
La niña que no podía recordar llega con dos convincentes recomendaciones:
«¿Puede un objeto inerte tener memoria? Clara Tahoces busca la respuesta a este interrogante en una novela valiente en la que los límites entre lo que conocemos y lo mucho de ignoramos se desdibujan abocándonos al asombro. Las novelas de Clara Tahoces son una invitación a plantearnos preguntas que pocos tienen el valor de hacerse. Lo que más sorprende, no obstante, es que en ellas encontramos respuestas que no esperábamos». Javier Sierra
«Mucho más que un thriller o una novela de misterio, La niña que no podía recordar es un trepidante viaje, inteligente y muy entretenido, por todo aquello que raya lo fantástico en nuestra vida cotidiana, y te atrapa desde la primer página». Lola Beccaria
Clara Tahoces es diplomada en Grafopsicología y Especialidades y autora de once libros. Lleva más de veinticinco años dedicada a la investigación de temas insólitos y misteriosos. Ha sido redactora jefe de la revista Más Allá de la Ciencia y ha colaborado con numerosas publicaciones y programas de radio y de televisión. Formó parte del equipo del programa «Milenio 3» (Cadena SER) y es colaboradora asidua de «Cuarto Milenio» (Cuatro) y de «80 y la madre» (M80).
Entre sus obras ensayísticas destacan Grafología, Sueños y Guía del Madrid mágico, obra esta última que aborda varios mitos y leyendas de la capital. Se ha adentrado también en el campo de la novela con títulos como Gothika (Premio Minotauro 2007) o El otro (2009).
La primera parte de la novela alterna dos historias en apariencia inconexas pero que se terminarán entrelazando alrededor de un enigmático objeto que se convertirá en protagonista inerte, o no tan inerte, de la trama. En primer lugar nos situamos en 1971 con la pequeña Sandra, de seis años, que verá cómo "un simple acto de curiosidad cambiará su vida para siempre". La madre de Sandra fallece de forma inesperada y desde ese momento la pequeña mostrará un extraña rechazo hacia su padre que provocará que sea educada por sus abuelos, alejada de la figura paterna. Pesadillas recurrentes cuyo origen sus abuelos y su padre desconocen son fruto de algo que Sandra vio antes de morir su madre y que ni ella misma es capaz de recordar.
La acción da un salto en el tiempo y se sitúa en el año 2005, en las excavaciones de los túneles de la M-30 en Madrid. Uno de los peones halla una pulsera de oro entre la tierra removida. Instantes después, el peón fallece a causa de un desgraciado accidente con una escavadora. Pero el objeto caerá en manos de Pablo Cañada, el ingeniero jefe del peón fallecido, quién sospecha que la pulsera puede estar relacionada con unos restos arqueológicos que le obsesionaron y cuya investigación le ayudó a superar difíciles momentos.
Pablo pone en riesgo su trabajo, saltándose todas las reglas y se queda con el objeto, pero sin sospechar que desde ese momento la tragedia sacudirá su vida desencadenando una serie de sucesos extraños que parecen interconectados y que le harán comprobar que "los hados se cebaban de nuevo con él, como una constante en su vida de la que no era posible escapar".
La autora irá relatando de forma paralela la historia de Sandra en el pasado y los extraños sucesos relacionados con la pulsera que suceden treinta y cinco años después, presentando así las diferentes piezas sueltas que irán encajando conforme se vaya acercando un sorprendente y emotivo desenlace. Por el camino se van planteando interrogantes, abriéndose puertas a lo imposible, un camino entre la luz y las tinieblas que el lector recorrerá junto a sus protagonistas en una entretenida y ágil lectura que no defrauda en su planteamiento y resolución.
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