“La joven desaparecida” (ed. Almadraba, 2011) es el tercer título de la colección “el joven Sherlock Holmes”, cuyas dos anteriores aventuras ya reseñé en este blog, "El ojo del cuervo" y "Muerte en el aire".
Su autor, Shane Peacock, es un dramaturgo y periodista canadiense que siente fascinación pro el personaje creado por Conan Doyle. La saga de novelas especula sobre la juventud de Sherlock Holmes, una época sobre la que su autor ofreció pocos datos, tal y como recoge Watson en “El intérprete griego”: “Durante la prolongada e íntima amistad que mantuve con el señor Sherlock Holmes, nunca le oí hablar de su familia y muy pocas veces de su juventud… Llegué a creer que era un huérfano sin ningún pariente vivo…”
Esta nueva aventura comienza 4 meses después de la resolución del caso del trapecista en el que el joven detective ayudó a que la policía arrestara a la banda de Brixton. Lestrade se ha encargado de que la participación del joven no se haga pública, por lo que la gente desconoce las dos gestas anteriores llevadas a cabo por Holmes.
El protagonista no se desanima y sigue firme “en su promesa de luchar con todas sus fuerzas contra la injusticia, de vengar el asesinato de su madre, y se recuerda cada día que tales aspiraciones exigen tiempo”. Pero se siente frustrado, “parece que convertirse en el hombre que espera ser le llevará una eternidad”.
Sigue viviendo con el viejo boticario Sigerson Bell y buscando en los periódicos todo tipo de noticias relacionadas con robos, asaltos, extorsiones y asesinatos. Esto es lo que verdaderamente le estimula, le hace hervir la sangre, saber que la maldad campa a sus anchas.
Un día lee un caso en el periódico que le llama la atención. La hija de un miembro de la Cámara de los lores ha sido secuestrada de forma enigmática, desvaneciéndose en el aire sin dejar huella. Pasan las semanas y la policía está desesperada, sin una sola pista sobre el misterio, no había precedentes en la historia del crimen, “es como si todo lo que rodeara al suceso, hasta la más mínima prueba, hasta la última de las personas implicadas, incluyendo a la víctima y los delincuentes, se hubiera evaporado”. Holmes cree que puede encontrarse ante el caso de su vida, “un delito sonado, ejecutado con maestría y audacia, que despierta el interés de toda la ciudad”.
Comenzará una investigación que le situará de nuevo en el punto de mira del inspector Lestrade. Tendrá que colaborar con Irene, que se muestra interesada a nivel personal en el caso por razones que no quiere desvelar. Holmes acepta a pesar de sus reticencias iniciales, ya que mantiene su resentimiento con la joven, sentimiento que choca con la atracción que siente hacia ella.
El joven detective se adentrará en un complejo caso en el que, además de la chica secuestra, también está en juego la vida niño. Se producirán giros sorprendentes en su desarrollo, vivirá múltiples peligros y se acrecentará su rivalidad con Malefactor y con Lestrade. Además, tendrá que enfrentarse a su propia naturaleza y comprobará que la vanidad, el orgullo y el egoísmo no son buenos consejeros. Además, se sentirá más solo que nunca, anhelando encontrar a alguien que le entienda y que comprenda aquello en lo que cree.
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