sábado, 8 de diciembre de 2012

Tubos

Tubos, de Andrew Blum (Ariel, 2012) es un libro divulgativo que nos acerca a los entresijos del mundo de Internet, un universo secreto y desconocido diseñado y mantenido por tipos excéntricos. De forma original, el autor narra la crónica de cómo siguió un cable estropeado y descubrió las interioridades de internet.


En el año 2009 una ardilla dejó sin Internet al autor. Este episodio, en principio anecdótico, le abrió los ojos a una realidad ante la que había permanecido indiferente. El mundo virtual de la red, casi mágico, está formado por un montón de tubos. Desde ese momento se propuso investigar ese mundo que percibimos como una nebulosa abstracta, imaginaria e indefinida y convertirlo en un sitio real.

Es curioso comprobar cómo la desconexión de Internet dejó desconcertado al autor al comprobar cómo la mayor construcción tecnológica de nuestra existencia cotidiana, que dos mil millones de personas usan a diario, físicamente hablando está totalmente desencarnada.

Blum se propuso descubrir cómo funciona la red, comenzando en primer lugar por su historia, donde ya encontramos la primera sorpresa. A pesar de ser un invento que domina nuestra vida cotidiana, sobre su historia se ha escrito muy poco.

Pero no estamos ante un libro teórico, escrito desde una mesa de oficina. El autor se aleja de Internet, de su teclado, para descubrir realmente sus secretos. El resultado es un libro sobre lugares reales que aparecen en los mapas, después de que haya visitado “esos gigantescos almacenes de datos, pero también muchas otras clases de lugares: las laberínticas ágoras digitales en las que se encuentran las redes, los cables submarinos que conectan continentes, etc.”.

Este libro nos dará una perspectiva diferente sobre la red, que dejaremos de percibir como una masa amorfa para descubrir que se compone de “una serie de caminos específicos superpuestos a la geografía, más conocida, de la tierra”.

Las visitas y entrevistas que el autor realizó en su investigación nos ayudarán a descubrir no solo la dimensión física de la red, sino su dimensión humana. Conocer el otro lado de internet, nos permitirá comprender episodios sorprendentes como los relatados en el libro:

“En abril de 2011, una mujer de 75 años que estaba arreglando el jardín cortó con su pala un cable subterráneo. En aquel momento todo Armenia se quedó sin Internet. Unos meses antes, en enero, las autoridades egipcias sólo lograron cerrar la conexión del 70% de la población a Internet en un intento desesperado por apaciguar la inminente revolución. “

La próxima vez que entremos en Internet no veremos simplemente nuestra pantalla de ordenador, sino que comprenderemos que detrás del correo electrónico que recibamos, de la red social de la que seamos miembros o de la web en la que entremos, se esconden “cientos de miles de tubos que conectan Londres con Nueva York, Google con Facebook y que están llenos de cables de fibra óptica impulsados por trillones de fotones de luz que nos enlazan a través de intercambiadores anónimos en localizaciones secretas que almacenan grandes servidores”.

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