El puente de los asesinos, de Arturo Pérez-Reverte

El puente de los asesinos, de Arturo Pérez-Reverte (ed. Alfaguara, 2011)  es la séptima entrega de las aventuras del capitán Alatriste, narradas por su escudero y ahora compañero, Iñigo de Balboa. En esta ocasión, Alastrite protagonizará una apasionante intriga con una misión peligrosa y secreta en Venecia.

El capitán se encuentra en Nápoles, después de regresar de una incursión en la costa griega. Recibe la visita de su amigo Franciso de Quevedo con un encargo del conde-duque de Olivares, que necesita a alguien “de bueno mano y extrema confianza”. Alatriste debe intervenir en una conjura para asesinar al dogo de Venecia durante la misa de Navidad. De esta forma, se quitarían de en medio a un peligroso enemigo e impondrían un gobierno favorable a la corte del rey católico.

El protagonista, gato escaldado y mastín viejo, percibe puntos oscuros en la misión, pero aún así sabe que está obligado a participar en un asunto complejo que le va a traer extraños compañeros de cama. Se cruzará de nuevo en su camino, Gualterio Malatesta, esta vez como aliado provisional, aunque dejan para después de la misión su “pagaré pendiente”. Alatriste, sabedor también de lo complejo de la misión, se rodeará de un grupo de colaboradores adecuado, “gente de acero y silencios”.

Juntos emprenderán una misión peligrosa a una ciudad “donde era fama que espías y agentes extranjeros solían morir en silencio, sin proceso ni escándalo: desaparecían, y ahí nos vimos”. No será fácil, ya que los servicios secretos de Venecia eran considerados como los mejores del mundo y la Inquisición local “movía los hilos de su enjambre de espías y confidentes mediante un depurado sistema de sobornos, recompensas y delaciones”.

La historia se desarrolla con un ritmo trepidante, magistralmente escrita por el autor, con giros y sorpresas hasta el final. Como ya es característico en la serie ,destaca la visión realista y pesimista de una España a la que se califica de “equívoca, turbulenta y miserable, madrastra ingrata”. No podemos dejar de mirar con cariño a unos personajes sin futuro, víctimas de un imperio que se está suicidando y que lleva a sus protagonistas a preguntarse con envidia “qué iba a quedar de nosotros, los españoles, con el oro y la plata de las Indias yéndose en guerras exteriores, en toros y cañas, en festejos y cacerías de reyes y nobles. Con nuestro vasto imperio disuelto en orgullo, latrocinio y miseria”.

Nuevamente vemos reflejados los más bajos instintos del ser humano, con una historia marcada por mentiras, traiciones, envidias y codicia, en medio de las cuales el protagonista mantiene su particular código de honor.

Pero, en esta ocasión, destacan también las razones que se dan para terminar con el dogo de Venecia, al que se le acusa de haber convertido la ciudad en “una ramera que gana con su cuerpo para que otros la defiendan, y tiene por chulos a Francia y Saboya”. Además, lo consideran enemigo de la fe católica, porque “permite en su suelo escuelas públicas de las sectas de Calvino y de Lutero”.

Estas afirmaciones de El puente de los asesinos, cobran mayor sentido después de las declaraciones que ha realizado Arturo Pérez-Reverte en una entrevista concedida a la revista Que Leer en su número de diciembre, señalando que "España es un país de las oportunidades perdidas. Nos las hemos arreglado para desperdiciar siempre lo que más nos convenía. Pasó con la herencia de los romanos, pasó a la hora de apostar por el modelo de iglesia: en vez de tirar por el protestantismo optamos por la iglesia sombría, con el cura de sacristía que todo prohíbe a los demás y nada así mismo...".

Interesante reflexión que da sentido a una novela que deja el sabor agridulce de una lectura que resulta apasionante por la trama de aventuras, rica en su estilo narrativo y en el perfil de los personajes, pero triste por la sombra oscura que, ya en el siglo XVII, se cernía sobre nuestra historia y que nos sigue alcanzado en la actualidad.

Reseña publicada en Mujer de Hoy.
 
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