La editorial Lumen ha publicado una nueva edición de la novela “El nombre de la rosa”, de Umberto Eco, 30 años después de su aparición y coincidiendo con la publicación de “El cementerio de Praga”, del mismo autor.
Sin duda estamos ante una novela que se ha convertido un clásico de la literatura, con una adaptación al cine muy digna, de la mano del director Jean-Jacques Annaud y con las buenas interpretaciones de Sean Connery y Christian Slater.
En cuanto a la novela, estamos ante una gran historia con un argumento cautivante. El autor traduce un códice escrito por un abate del siglo XIV llamado Adso de Melk. El códice relata las aventuras vividas por Adso en su juventud cuando, siendo ayudante de un monje franciscano, Fray Guillermo de Baskerville, son enviados a una abadía benedictina situada al norte de Italia para intentar resolver una serie de misteriosos homicidios. Los sucesos ocurren a mediados de 1327.
En el códice, Adson, ya anciano, decide contar lo que le ocurrió en aquella abadía, “me dispongo a dejar constancia sobre este pergamino de los hechos asombrosos y terribles que me fue dado presenciar en mi juventud”.
Adson, siendo adolescente, se había entregado a una vida libre y desordenada, por lo que sus padres decidieron ponerle bajo la tutela de Fray Guillermo de Baskerville, convirtiéndose en su amanuense y discípulo. Fray Guillermo se dirige a una abadía situada en Italia, con una misión encomendada por el emperador Ludovico de Baviera. Debe preparar una reunión entre delegados del papa y del emperador para discutir sobre “los espirituales”, una herejía surgida entre los franciscanos.
Cuando Fray Guillermo llega a la abadía, se encuentra con una serie de crímenes que se están produciendo entre los monjes y que pueden poner en peligro la reunión, cuyo fracaso sería caótico para la integridad del imperio.
Comenzará así una apasionante investigación, en la que Guillermo dará muestras de su inteligencia, sabiduría y capacidad deductiva. Había sido inquisidor en Inglaterra y en Italia, “destacándose en varios procesos por su perspicacia, no reñida con una gran humanidad”. Adso aprenderá junto a él “a reconocer las huellas por las que el mundo nos habla como por medio de un gran libro”.
La novela no es de fácil lectura. La trama principal presenta una intriga apasionante, resuelta de forma sorprendente. Pero el libro contiene varias páginas demasiado descriptivas, que enriquecen el contexto histórico, pero que entorpecen el desarrollo de la narración. A pesar de ello, estamos ante un libro imprescindible, lleno de matices, con unos personajes de gran interés, y un misterio bien resuelto. Además, el contexto histórico, cuyas descripciones se hace pesada en varias ocasiones, resulta apasionante, con la lucha de intrigas políticas y religiosas, y la defensa por una vuelta a los valores bíblicos frente a la opulencia y la corrupción de la institución eclesial, con el papa a la cabeza, teniendo su sede en Aviñón.
Fray Guillermo es el mayor acierto de la novela. Un personaje que se ha descrito como una mezcla entre Sherlock Holmes y Guillermo de Occam, mitad filósofo, mitad detective. Observa el mundo desde una perspectiva racional, chochando con la superstición religiosa. La novela se convierte así en una defensa de la razón y del libre pensamiento, aunque no presenta una dicotomía entre ciencia y fe, ya que como afirma el protagonista “hay dos clases de magia. Hay una magia que es obra del diablo y que se propone destruir al hombre mediante artificios que no es lícito mencionar. Pero hay otra magia que es obra divina, ciencia de Dios que se manifiesta a través de la ciencia del hombre”, y defiende que “los sabios deben dedicarse más a ella, no sólo para descubrir cosas nuevas, sino también para redescubrir muchos secretos de la naturaleza que el saber divino ya había revelado”.
Esta visión sobre la ciencia y la fe coincide plenamente con la perspectiva bíblica, que sitúa al hombre en lo más alto de la creación para administrarla e investigarla, descubriendo así todos sus secretos y misterios. Este espíritu es el que impulsó a muchos científicos cristiano y produjo los grandes avances de la ciencia, a pesar de la actitud intolerante e hipócrita de la institución de la iglesia. El libro cuenta también con una ambientación exquisita, destacando la biblioteca de la abadía, un tesoro de fama mundial cuyas paredes escondes secretos inconfesables y pecados ocultos.
“El nombre de la rosa” es un libro que debe leerse con tranquilidad, saboreando sus páginas, teniendo paciencia cuando las descripciones se hacen demasiado densas porque vale la pena leer lo que nos espera a continuación. Una fuerza maléfica, natural o sobrenatural, ronda por la abadía y solo la mente privilegiada de Fray Guillermo puede detenerla.
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