“Ritos asesinos”, de Roman Carus (ed. Algaida, 2010) es un thriller religioso protagonizado por el inspector Teofrasto Bustamante, un personaje peculiar que ocupa el puesto de cuestor, el enlace entre las justicias vaticana e italiana.
El inspector Bustamante recibe una petición de ayuda por parte de monseñor Salvatore Morreni, la persona de contacto del Vaticano con la justicia italiana, un personaje influyente y poderoso con quién mantiene una relación estrecha y amistosa. Morreni le pide ayuda para vigilar a una delegación de obispos católicos de la iglesia patriótica china que se encuentran de visita en el Vaticano. Esta iglesia se encuentra en la actualidad separada de Roma y la delegación negocia un acuerdo pacífico entre ambas partes. Además, tres agentes de la policía secreta del estado chino vigilan a los obispos, bajo la tapadera de una delegación comercial.
Poco después del encuentro entre Bustamante y Morreni, una archivera del Archivo Secreto del Vaticano aparece asesinada en el Archivo Histórico de la Compañía de Jesús. El asesinato puede estar relacionado con la desaparición de un importante documento histórico: una carta del emperador chino Kangxi dirigida al Papa Clemente XI, en la que expone sus puntos de vista acerca del significado religioso de los ritos, reabriendo la disputa entre franciscanos, dominicos y jesuitas.
El día anterior del asesinato, la delegación china visitó el Archivo, por lo que tanto el crimen como la desaparición del documento podrían entorpecer las negociaciones y provocar un conflicto diplomático entre China y el Vaticano.
La investigación desvelará secretos inconfesables entre miembros de la iglesia y un juego de intrigas y luchas de poder entre dominicos, franciscanos y jesuitas por el control de la iglesia católica. También aparecerá un personaje que puede resultar clave en la resolución del caso, el padre Remigio Bertoloni, fanciscano, profesor de historia, que da clases en la universidad sobre el “duelo de ritos” (s. XVII y XVIII), y que es un personaje muy crítico con los jesuitas y con las desviaciones en la fe y en la moral en la actualidad.
La trama de la novela nos desvela un acontecimiento del siglo XVIII que se convirtió en “uno de los hechos más funestos de la historia de la Iglesia, un hecho que dividió a la Cristiandad tanto en Europa como en Asia, especialmente en China, y que condujo finalmente a la supresión de la Orden Jesuita en 1773”.
La figura del inspector Bustamante destaca a lo largo de toda la novela. Tiene el aspecto de la gente llana del pueblo, lo cual le hace despertar la confianza del que le escucha, pero no transmite la impresión de poseer notables capacidades intelectuales. Sin embargo, es una persona muy inteligente, “tenía la capacidad de analizar de manera brillante los problemas judiciales más complejos y solucionar los casos criminales más difíciles”. Tiene también una cultura inmensa, un saber enciclopédico ilimitado, es licenciado en teología y se ha ganado una gran reputación en las altas esferas sociales y religiosas. Bustamante tendrá que demostrar sus conocimientos de los entresijos del Vaticano y del alma humana.
Las reflexiones de Bustamante sobre la institución de la iglesia enriquecen la novela. El protagonista se denomina “agnóstico confeso” y se mostrará muy crítico con la situación de la iglesia católica, muy alejada de la iglesia original, “la Iglesia, en sus inicios un movimiento lleno de vida y espíritu, ha traicionado al Evangelio con su actual sistema de hiperinstitucionalización”. También se plantea la figura del Papa, “si Cristo, como se afirma muchas veces en las Escrituras Sagradas, es la cabeza de la Iglesia, ¿cómo puede ser el Papa la cabeza visible?”. Por último, realiza un análisis certero sobre el principal problema de esa institución que se convierte en clave en toda la trama de la novela, “la iglesia se acomodó por completo a esta mundo, desempañando su labor de modo análogo al poder terrenal, contrario al Evangelio”.
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