La acción nos lleva hasta Moscú, en el año 1936, en pleno régimen de terror estalinista. El capitán Alexei Dimetrevich Korolev es el mejor detective de la Brigada de Investigación Criminal de la Milicia de los Trabajadores y Campesinos, como se denominaba la policía de la Unión Soviética en el régimen de Stalin. Con 42 años, mantiene una complexión fuerte y la sabiduría aportada por sus 14 años de servicio en la milicia. Aunque tiene una apariencia amable, los 7 años que luchó en el frente de batalla le habían endurecido. A nivel personal, lleva 2 años divorciado, y tiene un hijo de 10 al que hace 6 meses que no ve, algo que le entristece grandemente.
Korolev tendrá que investigar la aparición del cadáver de una joven, que había sido brutalmente torturada y mutilada en el altar de una antigua iglesia, convertida ahora en un centro de recreo y agitación política.
El descubrimiento de que la joven es una ciudadana americana, provocará la intervención de la NKVD, la seguridad del estado encargada de los delitos políticos. El control de la NKVD hará que la investigación se convierta en un asunto tenso y controvertido, en el que cualquier error puede resultar fatídico para el detective. La aparición de más cadáveres complicará el caso para Korolev, que sentirá en su nuca el aliento amenazador de la Seguridad del Estado.
La novela está ambientada de forma prodigiosa en el régimen de terror de Stalin y consigue transmitirnos la angustia por la opresión a la que se veían sometidos los ciudadanos soviéticos. Nos describe también la situación de Moscú, una ciudad violenta, ya que “las largas jornadas de trabajo, la escasez de comida y el vodka eran una mezcla explosiva”.
Además de la trama policial realmente interesante, destaca la figura del protagonista, un detective meticuloso, metódico y detallista en sus investigaciones y un hombre que tiene fe en el éxito final de la revolución. Confía en sus líderes, a pesar de las dificultades del proceso, pero sus esperanzas se irán viendo frustradas conforme avanza la novela. Tendrá que medir cada paso, ya que los tentáculos del régimen llegaban a todos los lugares, y cualquier paso en falso o frase a destiempo podía provocar su destierro a Siberia. El juego de sospechas entre los compañeros de la policía resultará tenso y perturbador, en una investigación relacionada con el robo de obras de arte pero que tendrá cada vez mayores implicaciones políticas, provocando que la vida del protagonista corra un serio peligro.
Korolev es un idealista, cree en la justicia y en la protección de los inocentes y de los más débiles, confía en que el régimen consiga instaurar un sistema en el que estos ideales puedan verse reflejados, pero el desarrollo de la investigación le hará abrir los ojos a una realidad muy diferente.
Un aspecto que me parece destacable del protagonista es cómo mantiene en secreto su simpatía por la fe cristiana ortodoxa transmitida por su madre. Siempre lleva oculta una Biblia que lee asiduamente, a pesar de hacerlo de forma supersticiosa, habiéndole resultado útil “durante los casi ocho años que había pasado en el frente y ahora, más que nunca, cuando el mundo en el que vivía se le antojaba especialmente sombrío, su lectura le reconfortaba”. También oraba al Dios cuya existencia su Partido negaba, algo contradictorio, que le producía luchas, pero a lo que se negaba a renunciar por si acaso el Partido pudiera estar equivocado en este asunto.
Disfruta con esta novela que, además de una acertada intriga policial, nos ofrece una cruda descripción de los horrores del régimen soviético y de la evolución de un personaje que se gana nuestras simpatías y al que esperamos seguir en las siguientes novelas.
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