“El hombre del lago”, de Arnaldur Indridason (RBA, 2010) es el cuarto título de la serie de novelas policíacas protagonizadas por el inspector islandés Erlendur Sveinsson, un hombre solitario y deprimido, con un pasado familiar traumático cuyos fantasmas le siguen acechando.
La novela comienza con el descubrimiento de un esqueleto en el fondo del lago Kleifarvatn. Una científica, ingeniera hidráulica, se encuentra investigando el descenso repentino del nivel del agua del lago cuando descubre semienterrado los restos de un esqueleto con un agujero en el cráneo, “como si el mismo lago hubiese decidido poner el crimen al descubierto”.
El inspector Erlendur y su equipo se encargarán de la investigación de un caso que puede remontarse a sucesos ocurridos treinta años atrás. Tendrán que reabrir casos de desapariciones que ya estaban archivados y que profundizarán en la herida de Erlendur, ya que a nivel personal nunca ha superado la desaparición de su hermano de 8 años, en los páramos de los fiordos, cuando él tenía 10 años. Se siente responsable de lo que le sucedió y se encuentra en una “búsqueda eterna” con la esperanza de encontrar sus restos y terminar con la historia.
La aparición de un aparato de transmisión junto al cadáver, con inscripciones en ruso dará un vuelco a la investigación y llevará al equipo policial a la época de la guerra fría y a la posibilidad de que los rusos realizaran labores de espionaje en Islandia por la presencia de una base americana. Se encontraran con la nula disposición del gobierno ruso a colaborar y descubrirán el juego de espionaje e intrigas entre los diferentes países protagonistas de la guerra fría. El relato de la investigación se alternará con la narración de las aventuras de un grupo de brillantes estudiantes islandeses que, treinta años atrás, fueron a estudiar en la Universidad de Leipzig en una Alemania del Este controlada por la Stasi, iniciándose así en la ideología comunista.
Las dos narraciones irán relacionándose entre sí, mientras la intriga se desarrolla de forma acertada manteniendo la tensión hasta el final. Nuevamente, nos encontramos ante una gran novela, bien escrita, con una investigación entretenida y un contexto histórico interesante en el que asistiremos a la tiranía del régimen comunista y la lucha de unos pocos por la libertad. El autor realiza también una crítica a la indulgencia del sistema judicial islandés y nos presenta unos personajes llenos de remordimientos y sentimientos del culpa.
Pero el gran acierto de la novela es su personaje principal, el inspector Erlendur, un hombre que transmite tristeza a los que están a su alrededor, descuidado, desastroso en su vestir y sumido en un situación de soledad que empieza a cambiar por el inicio de una relación sentimental. Es un hombre atormentado, que arrastra los remordimientos por lo que le ocurrió a su hermano y por su fracaso como padre, arrepintiéndose por no haber tenido nunca relación alguna con sus hijos.
En la anterior novela, “La mujer de verde”, la relación con su hija había sufrido una transformación y Erlendur se la encontró en una situación desesperada; embarazada, drogadicta y tocando fondo a nivel personal. Se produjeron una serie de trágicos episodios que culminaron con un aborto y con la detención de su hija por agresión a un policía. Las consecuencias de aquellos hechos siguen afectándoles al comienzo de esta novela. Además, aparece su hijo que quiere vivir con él, convirtiéndose en la voz de su conciencia y ofreciéndole una oportunidad para poder redimirse de sus errores pasados.
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