Con “Aeternum” (ed. Anaya, 2008) el escritor Miguel Ángel Mendo consiguió el premio Lazarillo, con las memorias de un joven inmortal, que narra sus aventuras durante siglos por media Europa. Escrito con ironía y humor, el protagonista, que a principios del siglo XX tiene 415 años de edad, decide contar sus memorias para matar el tiempo, del que tanto dispone.
Comienza narrando cómo descubrió que era inmortal a la edad de 18 años, para contar después cómo fue su propio entierro, que dio comienzo a una huida y una carrera por todo el continente disfrutando de su inmortalidad, sus luchas y amistades con otros compañeros inmortales, sus amores y desamores.
Lo que debería ser un relato positivo se convierte en un grito de angustia, el protagonista tiene miedo, reconociendo que “la infinitud es pavorosa”. Siente su inmortalidad como un castigo divino del que resulta imposible librarse.
A lo largo del libro se describen episodios esperpénticos, como el intento de atentado contra Franco. El protagonista experimentará todo tipo de “muertes” que, unidas a sus vivencias, le llevarán a reflexiones llenas de frustración y cinismo, sobre el sentido de la vida y la condición humana. Creo que este libro refleja el anhelo de que exista algo más a lo que vemos en este mundo.
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