Alfonso S. Palomares, licenciado en derecho y periodismo, nos ofrece un retrato crítico del mundo de periodismo en "Los laberintos del espejo" (ediciones b, 2010), con una lucha sin cuartel entre dos personajes antagónicos, Pascual V. Rosales, director del periódico "El Espejo", un personaje ególatra, manipulador y sin escrúpulos, y David Talmati, un productor y gestor cultural libanés, luchador por la libertad y la justicia.
La historia comienza en un acto de celebración de los 15 años de vida y éxito del periódico "El Espejo". El periódico se había ganado la fama de publicación seria a pesar del perfume de escándalo y amarillismo que envolvía su contenido, perfectamente calculado por su director. Era un diario de autor, en el que Rosales condicionaba todo y cocinaba las noticias a su gusto. Era un maestro para usar la mentira y camuflarla con malabarismos verbales.
Rosales "necesitaba el halago y el peloteo como la hierba la lluvia" y en el acto estaban presentes todos los que "eran algo y los que intentaban serlo en los paisajes sociales, económicos, artísticos y políticos". El director había preparado varias sorpresas, que terminan con una escena ridícula y esperpéntica y la aparición de David Talmati para sabotear el acto, con una transmisión en directo en la que le acusa de envenenar a la sociedad "con un periodismo tóxico, donde la manipulación y la calumnia son la regla". Rosales está rabioso por sentir su amor propio humillado y comienza una campaña para intentar "convertir la esperpéntica celebración en un éxito calculado".
Los desencuentros entre Talmati y Rosales eran conocidos por todos, era público el odio y el desprecio que se profesaban. Para entender esta rivalidad, la novela retrocede hasta la infancia de Talmati en el Líbano, cuando éste se sentaba a los pies de su bisabuelo, a quien veneraba, para escuchar sus historias y enseñanzas. Por encima de todo, se quedó fascinado con la historia de los fenicios y los espejos: "El vidrio que usaban los fenicios reflejaba con exactitud la realidad, no se permitían los espejos que deformaran los cuerpos y los objetos porque detestaban la realidad". Se obsesionó con esta idea sobre los espejos, "¿Hay espejos que cambian la realidad? Si es así, ya no son espejos".
Su bisabuelo le advirtió sobre el peligro de estos espejos que "reflejan la realidad de manera diferente y la falsifican para engañar y sacar provecho, también para destruir. La distorsionan negando que lo hagan. Quienes lo manejan, los hacen pasar por verdaderos", anticipándole que esta simbología de los espejos la encontraría en el mundo del periodismo: "tendrás ocasión de ver bastantes ejemplos de ese periodismo verosímil con fines bastardos e incluso delictivos, aunque como son hábiles será difícil probar el delito".
Talmati se interesará por una fascinante historia protagonizada por un jeque y una bailarina de flamenco que mostrará el poder de la prensa para manipular y provocar una tragedia y que marcará sus acciones futuras.
Los laberintos del espejo volverá a situarse en la actualidad, después del incidente de la celebración del periódico. Talmati comenzará un proyecto conciliador entre palestinos y judíos que volverá a enfrentarle con Rosales, recordando sus enfrentamientos pasados y que culminará en un original final.
En palabras del autor estamos en una novela en la que aparecen muchos laberintos, "que son los de la mentira, la falsificación, la manipulación, que se dirigen a unos objetivos claros, como son el poder, la influencia y el dominio". Después de leerla, no miremos de igual forma las portadas de los periódicos.
En medio de un mundo en el que reina la mentira y la manipulación, cobran vida las palabras de Jesucristo hace dos mil años, que creo que resumen el sentir de la novela: "conoceréis la verdad y la verdad os hará libres".
(Reseña publicada en MujerdeHoy).
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