La acción comienza en el año 1772, con el joven pintor suizo Heinrich Füssli, protestante seguidor de Zuinglio, de visita en la ciudad de Roma. Cansado de ver antigüedades y museos, desea vivir una aventura fuera de lo común y se adentra en las catacumbas de la ciudad, en compañía de un joven experto en los subterráneos de Roma. Quiere encontrar algo verdaderamente curioso para pintar y, sin duda, lo encontrará…
En los subterráneos de Roma descubrirá un lugar tenebroso y lamentará que su curiosidad le haya conducido hasta aquel sitio. Entrará en contacto con la Gran Confraternidad, una gran babel compuesta por “napolitanos, griegos, alemanes, gente de todo tipo de jaez, cuna o nación”, “un mundo regido por otras leyes, refugio de brujas, ladrones con sus botines, vagabundos y perseguidos de todo tipo”.
La Comunidad tiene como líder a una misteriosa mujer, la Comendadora, y se rige por sus propias normas, tiene sus juramentos y sus leyes de honor, diferentes a las que se encuentran en la superficie. Realizan todo tipo de actividades delictivas y cada miembro cumple con su cometido. Aunque lo que Heinrich encuentra en las catacumbas no difiere mucho de las miserias de la superficie, ya que “todo lo que parece bueno y bonito no es nada más que una ilusión. Solo hay que esperar, y siempre termina apestando”.
Füssli comprobará que la Secta tiene un gran poder y que su influencia se extiende más allá de Roma. Además, descubrirá que tienen gran interés en un personaje, Winckelmann, con el que el pintor estaba relacionado de una forma que se irá desvelando a lo largo de la novela.
Winckelman comparte protagonismo con el pintor suizo. La narración de sus aventuras en el año 1768 se alternan con las de Füssli en Roma. Johann Joachim Winckelmann, viaja de Italia a Alemania, al esperarle en Berlín el prestigioso cargo de Anticuario Real, con un magnífico sueldo. Winckelmann vive forma acomodada, con éxito profesional, es famoso y estimado, las Cortes de Europa se lo disputan. Siente pasión por el arte, es un vividor con múltiples amantes, pero se siente solo y hay un vacío en el fondo de su alma.
Durante el viaje presume de no creer en la existencia de lo misterioso ya que él es un digno referente del Siglo de las Luces, “mente humana que se dedica a la investigación científica”. Según su criterio, “un adulto que crea en la existencia de tramas ocultas tras la realidad sólo tiene un nombre: burro”. Pero bajo su fachada, se esconde otra realidad, escuchaba voces extrañas en su mente y “ahora merodeaba por su cabeza una voz desconocida y desagradable, que suscitaba en su mente extrañas imágenes de un espantoso mundo paralelo”. Percibe la vida como un juego de ajedrez, él es un peón que quiere saber lo que significa su actual posición en el tablero. Su viaje a Alemania se verá interrumpido bruscamente y volverá a Italia en una aventura que guardará relación con la Gran Confraternidad.
“La secta de las catacumbas” es una novela histórica de aventuras que desvela una importante realidad “hay otros dolores, los del alma, que son mucho peores que un dolor físico: las añoranzas, los remordimientos, las angustias…”.
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