En el libro "El Reich de los mil años", de Jesús Hernández (ed. La Esfera de los libros, 2010), el historiador y periodista, nos invita a viajar a uno de los períodos más terroríficos de la historia y nos ayuda a responder a una pregunta inquietante: "¿Cómo fue posible que un país tan adelantado social y económicamente como Alemania, poseedora de una sólida tradición cultural y artística, cayese en manos de un embaucador de masas como Adolf Hitler?".
La respuesta no es fácil y tiene muchos matices; para entender bien lo que sucedió en Alemania debemos situarnos en la piel de los ciudadanos de a pie, con la idea de "transmitir al lector las sensaciones que experimentaron los alemanes en aquélla época convulsa". La propuesta es atrevida, valiente y muy acertada, "trasladar al lector a aquella época, como en una máquina del tiempo, para que sea él mismo el que se encargue de extraer sus propias conclusiones". El Reich de los mil años realiza un análisis perfecto de las causas que llevaron al triunfo del nazismo, cuyos dirigentes se encontraron con una Alemania debilitada y humillada y realizaron cambios instantáneos y profundos. Sin que los ciudadanos lo percibieran, bajo el amparo de unas medidas populistas, los nazis estuvieron preparándose para una guerra que comenzaría seis años después.
Las claves para conseguir el control de la población fueron la represión y la persuasión. Por una parte, se estableció un régimen de terror que fulminó toda oposición, por otra "el régimen fue lo suficientemente hábil como para transmitir una falsa esperanza al pueblo alemán, gracias a la explotación propagandística de sus progresivos e incuestionables éxitos". Hitler se ganó la confianza de todas las clases sociales a través de inteligentes y engañosas medidas. De forma precisa se muestra cómo se hizo con el control de todas las áreas políticas, culturales y sociales. Jesús Hernández desvela con claridad y de forma muy amena, con múltiples anécdotas, cómo el nazismo se hizo con el país, a través del control de los medios de comunicación, la búsqueda de un enemigo común encarnado en los judíos, manipulación del lenguaje para tergiversar su significado, la creación de un estado policial y represivo, y el control de la juventud, convencidos de que "quien tenga de su parte a la juventud, tiene el futuro en sus manos". También se señalan las mejoras aportadas por los nazis, como la red de autopistas, la mejora de los medios de transporte, el desarrollo de la televisión, la mejora de la economía, la lucha contra el paro, etc.
El éxtasis nazi llegó a su esplendor con la celebración de las Olimpiadas en 1936. Hitler mostró su mejor cara al mundo ocultando su carácter brutal y despiadado. La exaltación del deporte y la cultura física presidió la ideología nazi, con una defensa de un estilo de vida sano, siendo pioneros en la lucha contra el tabaquismo. Destaca la preocupación por la el ecologismo, con leyes muy avanzadas para la época. Todos estos proyectos y medidas, positivos en su fachada, escondían un deseo de manipular a la población y estaban motivadas por un sentimiento racista. La hipocresía del régimen llegó a tal punto que los animales pasaron a disfrutar de mayores derechos que los seres humanos. La preocupación por la salud nacía del racismo y el deseo de proteger a la raza aria. A través del deporte, conseguían exaltar el espíritu nacional y, concretamente, el fútbol fue su opio del pueblo. La liga no se interrumpió durante la guerra ya que, como dijo Goebbels, "ganar un partido es más importante para la gente que capturar una ciudad". Hitler consiguió lo que quería, una nación fuerte y unida, sin paro y en la que presidía el orgullo nacional de sus habitantes. A este sentimiento de euforia nacional se sumaba la falta de interés en el extranjero por descubrir la verdad debajo de esa fachada. "La política de apaciguamiento y contemporización con el régimen nazi no hizo sino alimentar a la bestia hasta que en el año 1939 tuvieron que enfrentarse a ella".
Pero también encontrarnos historias personales de héroes que lo arriesgaron todo por mostrar su oposición al régimen nazi. Cada una de estas historias merece un libro aparte, como la del tenista Von Cramm, ídolo de masas que se desmarcó del nazismo y terminó pagándolo muy caro; o la del combate de boxeo entre Schmeling y Louis, con una impresionante historia de rivalidad y amistad entre los dos púgiles. Impactante resulta el episodio protagonizado por Mattias Sindelar, jugador austriaco apodado "el Mozart del fútbol", uno de los sucesos más dramáticos de la historia del fútbol. Llegamos así a la última parte del libro, con el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial.
Se desmontan mitos sobre el ejército alemán y el desarrollo de la guerra. Se analiza cómo el pueblo alemán vivió el desarrollo de la guerra, bajo la presión de la propaganda nazi por un lado y de los bombardeos aliados, por otro; pasando del optimismo a la decepción, hasta que, después de la guerra, cuando se revelaron los terribles crímenes cometidos, "los alemanes comprendieron el funesto error que habían cometido prestando su apoyo a un régimen criminal como el del Tercer Reich". De forma estremecedora, comprobamos con qué facilidad se rompieron las barreras morales de la población y los alemanes se despreocuparon de la suerte que corrían otros alemanes que vivían un infierno bajo la opresión nazi.
Tristemente, muchas de las tácticas de los nazis siguen siendo usadas por los políticos en la actualidad para manipular a la población. Que cada uno juzgue si esto es así después de leer el libro, a mí no me queda ninguna duda. El Tercer Reich creó un caldo de cultivo para que los alemanes "creyeran las posteriores mentiras urdidas por la propaganda nazi" y consiguió que "el bacilo del odio hacia los judíos se inoculase en la sociedad alemana". Lo más inquietante es que todos los seres humanos estamos hechos de la misma pasta, así que debemos vigilar para que no vuelva a producirse una situación similar, ya que candidatos a intentarlo no faltarán.
(Reseña publicada en MujedeHoy).
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2 comentarios:
¡Qué interesante!
Una clara manipulación
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