En esta entrada quiero hablaros de una curiosa obra, “El libro del matrimonio”, de José Pedro Manglano (ed. Planeta, 2010). Tengo que reconocer que cuando comprobé que el autor es un sacerdote, tuve muchas reticencias ya que no sé muy bien qué consejos matrimoniales puede dar alguien que practica el celibato. Después de leer el libro, me he quedado sorprendido por la lucidez y actualidad de una buena parte de su contenido, aunque en los aspectos prácticos encontramos las carencias de alguien que sólo puede hablar de lo teórico en cuanto a su experiencia se refiere.
Es necesario hacer una aclaración antes de continuar. El autor afirma que va a hablar del matrimonio cristiano, aunque realmente habla del matrimonio cristiano católico, que en ocasiones coincide con el contenido bíblico pero en otros puntos se aleja bastante. Este libro es un ejemplo de la diferencia que se produce en muchas ocasiones entre la Biblia y las tradiciones humanas; cuando el matrimonio se explica en términos bíblicos su significado es un soplo de libertad y aire fresco, cuando se incluyen añadidos de la tradición religiosa todo se vuelve confuso y alejado del propósito de Dios.
El comienzo del libro nos explica qué es el matrimonio. Es necesario detenerse y entender qué significa una institución denostada en esta sociedad dominada por el egocentrismo en la que los seres humanos “se contemplan a sí mismos como meta y como fin. Y se interesan únicamente en lo que les sirve, no en servir a algo más alto que ellos mismos”.
El autor vuelve a recurrir a un personaje que ya ha aparecido en libros anteriores, se trata de Pipa, “la princesa de la buhardilla” que, “cansada de no entender las explicaciones que los mayores le daban acerca del matrimonio” decide ponerse ella misma a investigar el tema. Esta perspectiva hace que la obra sea fresca y original y se lea de forma amena.
En la primera parte, “Qué es el matrimonio”, encontramos, con diferencia, lo mejor del libro, unos capítulos excelentes que nos aportan luz sobre el significado de la institución del matrimonio. Pipa comienza entrevista a Saint-Exupéy, autor de "El principito", y a su esposa Consuelo. Gracias a esta pareja podrá contestar a preguntas claves como, “¿Es bueno o es malo casarse? ¿El matrimonio es un bien, algo absolutamente bueno?, ¿o es una situación negativa que uno acepta por las ventajas que ofrece…? ¿Es un vínculo que esclaviza?”. Los problemas entre esta pareja y su restauración nos desvelan una curiosa realidad, los lazos no nos esclavizan, sino que nos liberan. El autor nos deleita con una genial interpretación del libro “El principito” que “recoge una de las más sublimes declaraciones de amor y arrepentimiento de la historia”.
El libro nos lleva después hasta las canciones de Joaquín Sabina. El autor reconoce la maestría del cantante y poeta al que define como un rebelde “que quiere romper con lo artificial y postizo de la cultura heredada”. Pero una lectura detenida de sus letras nos muestra un corazón dañado por el dolor y el sufrimiento que “desearía que el amor durase toda la vida”. Pipa entrevista a las tres mujeres a las que Sabina dedica la canción “Pero qué hermosas eran”. A través de las reflexiones y conversaciones con estas mujeres se demostrará que el matrimonio no es un invento social sino que “es un misterio porque no lo diseña el hombre, se lo encuentra”.
La entrevista con Adán y Eva culmina lo mejor de este libro. El primer matrimonio nos mostrará cómo era la institución antes de que “la sociedad le añadiese cualquier adorno convencional”. Nos remonta hasta el origen de la creación para comprobar el propósito original de Dios y cómo la caída del ser humano lo estropeó todo. Pero hay esperanza después de la llegada de Jesucristo, ya que tal y como afirmó “Vengo a hacer nuevas todas las cosas”.
El capítulo dedicado al matrimonio entre Balduino y Fabiola y la segunda parte que trata de asuntos prácticos son tratadas con menos acierto. La visión del matrimonio como un sacramento, o la explicación de la encíclica de Pablo VI en la que se declaraba que “cualquier acto matrimonial debe quedar abierto a la transmisión de la vida”, no son convincentes y se alejan del contenido bíblico. Es cierto que el placer sexual no puede ser el único objetivo del matrimonio, pero sí que es un área vital, tal y como lo demuestra un libro entero de la Biblia, “El Cantar de los Cantares”, dedicado exclusivamente a la pasión amorosa entre el hombre y la mujer, con referencias sexuales explícitas. La explicación sobre la oposición al uso de los anticonceptivos tampoco tiene base bíblica.
Aún así, volvemos a encontrar pasajes ricos en su contenido, en los que se defiende la lucha por conseguir una relación en la que predomine “la comprensión, consuelo, compañía, unión, fidelidad, perdón, compromiso, entrega, etc”. Algo que resulta un imposible para el hombre, se convierte en algo más cercano, a pesar de las dificultades, con la ayuda de Dios. Pero, cuidado, la entrevista con el apóstol Pablo es engañosa, al no hacer referencias al “divorcio paulino” podemos caer en peligrosas actitudes de resignación que dan lugar a situaciones caóticas y dramáticas en los matrimonios. Por el contra, la explicación sobre el verdadero significado de la sumisión en contrapunto con el dominio, resulta muy clarificadora.
Las dos últimas partes aportan datos históricos y curiosidades sobre el origen muchas de las costumbres actuales y realizan un recorrido por las bodas a lo largo de toda la historia. En conjunto, estamos ante un libro que nos hará reflexionar sobre una institución básica para el equilibrio de nuestra sociedad.
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2 comentarios:
Gracias, Miguel Ángel, por comentar este libro. Lo estoy leyendo y estoy disfrutando mucho, aunque discrepo en un par de puntos con usted. En primer lugar, sobre su opinión acerca del capítulo dedicado a Balduino y Fabiola, como bien sabe, la palabra “sacramento” no aparece en toda la Biblia sino que tradicionalmente, y desde muy antiguo, es el término con el que se designa a esos “signos” sagrados que Cristo realizó durante su vida mortal (bautizar, perdonar pecados, curar, celebrar la Eucaristía, etc.) y que encargó a sus discípulos que siguieran realizando, a través de los cuales Dios mismo actúa en un sentido u otro. La Iglesia Católica reconoce siete sacramentos, pero creo que el autor deja bien claro que, de esos siete, el matrimonio es peculiar, puesto que no es un signo o institución que haya instituido Cristo sino que tiene su origen en la ley natural. Cristo, lo que hace, es renovarlo con su gracia, enmarcarlo dentro de su mismo misterio, como imagen de su amor por la Iglesia-Esposa. Así lo declara Efesios 5, 25-27 y también lo recoge muy bellamente el Apocalipsis en muchos textos, libro éste último que, en gran parte, relata un banquete nupcial.
Y en segundo lugar, respecto a lo que opina sobre el capítulo de Pablo VI, creo que, a mi entender, lo que dice el autor se aleja bien poco, o nada, de lo que se intuye de los textos bíblicos. El mismo Dios condenó el método anticonceptivo por excelencia de la antigüedad (Génesis 38, 7-10). Pero, lo más importante, es que en la Biblia se entiende el matrimonio como una “alianza”, que es imagen de la alianza de Dios con el pueblo de Israel, y el acto en el que se funda y renueva la alianza matrimonial es precisamente el acto sexual. Pero lo grandioso es que, en esta alianza, Dios tiene un papel muy importante, casi diría fundamental. De modo que, evitar la vida artificialmente, buscando sólo y nada más que el placer y huyendo de otras complicaciones, es propiamente dicho un acto de “rebeldía” contra Dios, al no dejarle actuar en esa unión con su poder creador. Por supuesto, el placer es vital, pero no a cualquier precio. No en vano, el primer mandamiento que Dios dio al ser humano fue el de la fecundidad (Génesis 1, 28) y los reformadores protestantes del siglo XVI jamás contradijeron en este sentido a la Iglesia Católica, ellos que creían haber “regresado” a la Biblia. Es curioso que Scott Hahn, el famoso pastor calvinista, gracias a esta doctrina sobre los anticonceptivos, acabase de decidirse por bautizarse como católico, porque veía en ella una máxima coherencia con los textos bíblicos. Lo que sí le falta al capítulo, lo he de reconocer, es una explicación sobre la “alternativa” que la Iglesia propone, es decir, los métodos naturales de reconocimiento de la fertilidad, cuya finalidad puede ser la misma que la de un preservativo o una píldora (espaciar o evitar un nacimiento) pero el medio es bien distinto, porque entra dentro de los planes que Dios estableció por ley natural.
Por lo demás, repito, le agradezco mucho el comentario.
Gracias por tu comentario. Creo que coincidimos en gran parte del contenido del libro. Sobre Génesis 38:7-10, el pecado de Onán es la desobediencia a su deber de dejar descendencia a su hermano, no tiene nada que ver con los métodos anticonceptivos. De todas formas creo que ese tema no fue la base de la reforma, sino el rescatar la autoridad de la Biblia como norma de fe y conducta y la doctrina de la justificación de la fe.
En cuanto a los sacramentos, entendidos como ordenanzas obligatorias para todos los discípulos de Cristo, encontramos dos en los evangelios: participar del pan y del vino como recuerdo de su sacrificio, y el bautismo.
La imagen del matrimonio como ilustración de la relación entre Cristo y su iglesia, es una maravilla, pero el matrimonio tiene sentido en sí mismo, y el placer forma parte del regalo que Dios le ha hecho al ser humano. Respeto al que entienda que no debe usar métodos anticonceptivos pero creo que es un tema que no está contemplado en la Biblia (los métodos no abortivos). Un saludo.
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