Este es el punto de partida de “Perdida en la niebla” de Michelle Richmond (Ed. Esfera de los libros, 2009), una novela de suspense que nos acerca a temas trascendentales como el dolor, la pérdida y la memoria. La novela fue uno de los mejores libros del año 2007 en Estados Unidos, se ha traducido ya a ocho idiomas y será llevada al cine.
La protagonista principal de la novela es Abby, una mujer que intenta rehacer su vida con Jake, divorciado y al cuidado de su hija Emma. Abby aprenderá a ganarse el cariño de la niña y cuando los planes de boda están a punto de llevarse a cabo, sucede la gran tragedia. El sentimiento de culpa se adueñará de ella y se interpondrá en la relación con Jake. Para complicarlo todo, aparece la madre de Emma con la intención de poder recuperar su relación con Jake.
La búsqueda de la niña se volverá imposible, aún así Abby se mantendrá firme y constante en su empeño, intentando recordar todos los detalles de aquel día para poder encontrar la pista que le lleve hasta Emma. La relación con Jake será cada vez más tensa, la boda queda aparcada, “Ahora, todas nuestras esperanzas se centran en un momento indeterminado del futuro, en el instante preciso y perfectamente visible en alguna línea temporal en que Emma aparezca”. Aunque todos se dan por vencidos, Abby recurrirá incluso a la hipnosis “a estas alturas, yo me aferraría a cualquier cosa, participaría en la farsa más ridícula si existiera una posibilidad, por remota que fuera. No hay otra alternativa”. Su persistencia le conducirá a un final sorprendente, que culmina una historia emocionante.
Destacan el sentimiento de culpa y los traumas de infancia que acompañan a la protagonista. La educación religiosa recibida le ha creado un sentimiento de alejamiento con Dios que intenta superar en medio del dolor pero que no le produce ningún resultado. Desesperada, entra en una iglesia, se sitúa delante de la imagen de la Virgen María y la figura de Cristo y se arrodilla esperando “sentir una especie de electricidad en las puntas de los dedos, a oír una voz que me susurre en medio de la oscuridad. “Jesús te llama”, solía cantar el coro de la iglesia de mi infancia. Si existe alguna voz, estoy segura de que la oiré ahora. Arrodillada … rezo y suplico y lloro, haciendo promesas a un Dios que nunca he conocido. Me vacío, tal como el pastor siempre decía que había que hacer, pero no hay rastro de ningún espíritu poderoso que surja de entre las sombras para llenar ese vacío”.
Abby lucha contra la experiencia de una religión que le ha sido impuesta y busca a Dios, pero es inútil, porque Dios no habita en imágenes de barro y la única forma de llegar a él es a través de Jesucristo, quién dijo: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6).
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