Jordi Sierra i Fabra (Barcelona, 1947) es uno de los autores más leídos y populares del panorama literario español tanto por la innovación de sus propuestas literarias como por la enorme capacidad de sorprender con sus tramas y desenlaces. Con once millones de libros vendidos y casi cuarenta premios literarios a ambos lados del Atlántico, sorprende por la versatilidad de su obra, que aborda todos los géneros, convirtiéndole en uno de los escritores de lectura obligada en escuelas de España y Latinoamérica, campo en el que es un verdadero experto y un gran comunicador.
Viajero impenitente, circunstancia que nutre buena parte de su extensa producción, y comprometido con la realidad, ha creado la Fundación Jordi Sierra i Fabra en España y la Fundación Taller de Letras Jordi Sierra i Fabra en Colombia, para impulsar la lectura y ayudar a jóvenes escritores en sus primeros pasos. Su narrativa aborda el compromiso de contar lo que ve y lo que siente a través de sus constantes viajes por todo el mundo, fuente que le nutre de toda la energía que transmite a través de sus personajes y sus novelas.
En el caso de la serie protagonizada por Miquel Mascarell, que llega a su séptima entrega, nos hace viajar hasta la ciudad de Barcelona, a mediados del siglo XX, en medio de una España destrozada por la guerra civil en los inicios del régimen franquista, donde el panorama general es de pobreza y decadencia, y no llegan tiempos mejores. Aunque cada libro es de lectura independiente gracias a que el autor consigue dar en cada uno de ellos las pinceladas precisas para presentar el personaje al lector que se acerque por primera vez, te recomiendo la lectura de esta entrevista en la que el autor, con gran agilidad, aporta la claves para comprender la evolución del protagonista en cada título de la serie.
Tres días de agosto se sitúa en ese mes del año 1950. Miquel, que pasó ocho años y medio de esclavitud en el Valle de los Caídos, perdiendo su puesto de inspector de la República y "trabajando en aquel maldito mausoleo, siempre con el miedo de que se cumpliera la sentencia y lo fusilaran", siento ahora que todo ese sufrimiento y pérdida está siendo compensado por un renacer junto a Patro, una segunda vida, su última oportunidad. Pero este panorama idílico se truncará de forma dramática, resucitando antiguos fantasmas de un pasado que vuelve a perseguir de forma implacable al protagonista.
Patro desaparece y Miquel recibe un nota en la que se le indica que si no resuelve en tres días un caso que dejó inconcluso en 1938, Patro morirá. El caso se remonta al 17 de marzo de 1938, a las dos de la tarde, durante los bombardeos que la aviación italiana hizo sbre Barcelona, cuando una bomba destruyó la confluencia de la Gran Vía con la calle Balmes y entre los escombros se encontró el cuerpo sin vida de un hombre que no había muerto a causa de la explosión, sino asesinado minutos antes. Miquel se puso enfermo y fue hospitalizado por una apendicitis por lo que no pudo encargarse del caso. En apenas tres días la policía encontró al culpable, un amigo íntimo de la víctima, que murió durante los interrogatorios.
Pero ahora Miquel tendrá que demostrar la inocencia del que fue considerado culpable y descubrir al verdadero asesino, si es que la tesis de los secuestradores es correcta. Tiene tres días para conseguirlo, los mismos que tardó la policía en resolver el caso. El protagonista tendrá que resolver un caso con todo en contra, sin pistas, sin archivos policiales, sin una autopsia ni el menor testigo, sin poder recurrir a la policía al tratarse la víctima de un antifascista declarado, sabedor de que desenterrar el pasado no es lo que mejor que se puede hacer en una dictadura, más aún con su historial, y además angustiado por la suerte que pueda correr Patro, vulnerable, sobrepasado por los acontecimientos y revelaciones que se van presentando tanto en el caso como a nivel personal.
Minucioso y detallista, como siempre, Miquel irá desenredando la madeja, moviéndose entre el círculo cercano de la víctima, intentando dar respuesta a los muchos interrogantes que quedaron en el aire. Además de la investigación policial y las problemáticas que rodean a Miquel, la novela nos ofrece también un revelador cuadro sobre el contexto histórico, a once años y medio del fin de la guerra, con una "larga posguerra que parecía no querer acabar nunca" que se hacía eterna y en la que "las preguntas ya no existían, las respuestas se silenciaban, y el pasado se olvidaba por la fuerza de la negación". Pero el protagonista persistirá en su investigación, movido por la necesidad apremiante de salvar a Patro y convencido de que "nunca es tarde para volver la vista atrás y buscar la verdad".
Tres días de agosto demuestra que la serie de Miquel Mascarell no ha tocado techo y promete seguir ofreciéndonos grandes momentos literarios.
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