Javier del Hoyo es doctor en Filología Clásica por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor Titular de Filología Latina en la Universidad Autónoma de Madrid, donde imparte, desde 1984, lecciones de Latín medieval, Mitología clásica y Epigrafía latinafundamentalmente. Es redactor habitual de la revista Adiós, donde dirige dos secciones: La muerte en la Antigüedad clásica y Diccionario funerario. En cada una de ellas tiene ya más de cuarenta contribuciones. Colabora también habitualmente en la revista Stilus, con una sección sobre etimologías.
Después del éxito de su libro Etomologicón nos deleita ahora con una original obra en la que lenguaje e historia se unen con gran acierto en un libro que recoge más de mil palabras ordenadas temáticamente en apartados.
Sin darnos cuenta, cada día utilizamos palabras que proceden de un apellido, de un nombre de persona o de una ciudad. Un método que ya usaba en la Antigüedad, como cuando los griegos crearon el verbo "corintizar" para hablar de una vida frívola y lujuriosa, al estilo de los habitantes de la colonia de Corinto, famosos por sus excesos, vicios y desenfrenos.
Identificar el origen de términos como "comerse un sándwich", "armar la marimorena", "hacer pilates", "esto es Jauja", "ser un pitagorín", "complejo de Diógenes", "llorar como una magdalena", "tener más años que Matusalén", "comprarse unos manolos", o de palabras como mermelada, guillotina, bechamel, mahonesa, moscosos, daiquiri, saxofón, zar o káiser no es un ejercicio de especulación, sino que, como descubriremos a lo largo del libro, son las palabras mejor documentadas "con certificado de nacimiento, de día, mes y año, porque son personas concretas quienes las han utilizado, o en cuyo recuerdo se han puesto esos nombre".
El autor consigue atraparnos desde la primera página con una propuesta ágil, muy amena, que no se quede en un listado frío de las palabras y sus orígenes, sino que se sumerge en sus historias, con múltiples curiosidades, anécdotas y episodios históricos que aclaran las circunstancias que han dado origen a cada término y nos ofrecen un fascinante recorrido por la historia que va a satisfacer a las mentes más inquietas y curiosas.
A partir de ahora, comerse un sándwich o un bikini (en Barcelona), tomarse una sopa juliana o una magdalena, comprarse un coche, viajar en Talgo, ponerse unos tejanos o ver a un delantero hacer una chilena, no sólo nos deparará el placer correspondiente de la actividad, si lo tuviere, sino que nos permitirá abrir una pequeña ventana a la historia y aprender algo más sobre un pasado que, de formas que en muchas ocasiones nos pasan desapercibidas, sigue influyendo en nuestro presente.
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