domingo, 11 de octubre de 2015

El castillo de diamante

En El castillo de diamante (ed. Espasa, 2015) Juan Manuel de Prada novela la tempestuosa relación entre dos mujeres singulares de nuestra historia: Teresa de Jesús y Ana de Mendoza, la princesa de Éboli. Partiendo del hecho histórico de la denuncia de Ana a Teresa ante el Santo Oficio, el autor construye una ficción histórica en la que se adentra en el alma de las dos mujeres, disecciona sus anhelos y motivaciones, para dibujar el conflicto universal entre el reino de Dios y el mundo, entre la santidad y la carnalidad, lo divino y lo humano.


Como advierte en la nota final, Juan Manuel de Prada ha escrito una novela en la que se ha permitido múltiples licencias históricas que él mismo se encarga de señalar. Por lo tanto, no estamos ante una novela histórica, sino ante una ficción inspirada en hechos históricos cuyo propósito no es la exactitud histórica sino “la recreación de un clima espiritual y político” y la reflexión sobre el conflicto anteriormente señalado.

Partiendo de esta premisa nos podemos adentrar en una novela plagada de erudición y espiritualidad que tiene como principales protagonistas a dos mujeres inteligentes, despiertas, decididas, pero antagónicas. Una princesa de Éboli que, bajo una fachada de fastuosidad, esconde un vacío espiritual y un anhelo de trascendencia que se verán confrontados al conocer a una Teresa de Jesús cuya alma es descrita como un castillo de diamante en cuya interior mora Dios que "contempla todas las aventuras que en él acaecen”.

La novela comienza en el año 1575 con Ana de Mendoza dirigiéndose a Sevilla acompañada de Antonio Pérez, el hombre más poderoso del reino, después del rey Felipe II. Ana se prepara para presentar declaración ante el Santo Oficio después de haber pedido a Antonio Pérez que denunciara el último libro de Teresa de Jesús ante la Inquisición.

Para aportar luz sobre la denuncia, el tribunal le pide que relate cómo conoció a Teresa, qué tipo de amistad mantuvieron y las razones de sus desavenencias. Y será así como se inicie una narración que se remonta al año 1562, en Toledo, cuando doña Luisa de la Cerda, tía de Ana, hermana del duque de Medinaceli y marido del mariscal de Castilla, solicita la presencia de Teresa de Jesús, para recibir consuelo espiritual después de haber enviudado.

Teresa parte hacia Toledo con reticencias y con temor ante lo que se podría encontrar. Allí conocerá a la princesa de Éboli, que rápidamente se sentirá fascinada por la personalidad de la monja, al mismo tiempo que comienza a germinar en su corazón un sentimiento de envidia y amor, que se irá acrecentando en lo que será una tortuosa relación de amor y odio, de admiración y repulsión.

Resulta curioso comprobar cómo cada una de ellas se enfrenta a un mundo hostil con diferentes armas, aunque con la misma determinación. Sus perspectivas son muy diferentes; una tiene puesta la mirada en la tierra, en los poderes mundanos y en las intrigas palaciegas; la otra mira hacia el cielo, y busca fuerza en los poderes divinos para enfrentarse a las intrigas mundanas. Las dos forman parte de una aventura donde los poderes políticos y religiosos se enfrentan en el tablero del mundo, en un escenario histórico recreado con detalle por el autor.

Dos mujeres que se enfrentarán en combate sin cuartel, donde las armas espirituales y carnales chocarán en el campo de batalla del alma y en el de la política. Y el autor se acerca a estos dos personajes de forma original, acertada, a través de una novela en la que se mezclan géneros como las obras místicas, la novela picaresca o el esperpento, con guiños a la obra cervantina y en lo que se ha definido con acierto como “una novela de caballerías a lo divino”

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