Jara lleve tres lustros trabajando en la agencia y acepta el trabajo con la esperanza de vivir nuevos retos después de las decepciones que ha sufrido a nivel profesional y sentimental. Por una parte, porque su oficio no es todo lo apasionante y lleno de sorpresas que había soñado y, por otra, por una ingenua relación comenzada demasiado pronto y que demasiado pronto había acabado, dejando como único fruto una hija de 14 años.
En Roma colaborará con Nacho Peña, el jefe de la delegación de EFE y con Suso Andrade, “el Cura”, especialista de la agencia en la información sobre asuntos del Vaticano. Las ilusiones de Jara por encontrar una exclusiva o conseguir información propia, se verán frustradas nada más llegar al comprobar que resulta casi imposible romper el hermetismo del Vaticano y encontrar grietas o confidentes dentro de la Santa Sede. Además, la Curia es experta en intoxicar a los periodistas por lo que tendrá que andarse con mucho cuidado.
De forma providencial, recibe la llamada de un enigmático personaje que se ofrece para ser su fuente de información por razones que no quiere explicar, “soy una humilde pieza en el vasto engranaje de la Iglesia. Pero manejo mucha y muy buena información. Una información que, en algún momento, puede interesarme compartir”. El confidente cumplirá su palabra, pero Jara tendrá que tener mucho cuidado antes de confiar plenamente en él, además de enfrentarse a todo tipo de presiones.
La muerte del Papa convertirá la plaza de San Pedro en un plató de televisión en el que resulta casi imposible conocer lo que está ocurriendo detrás de las cámaras. Comienza una lucha entre facciones, con el Opus Dei actuando como iglesia dentro de la iglesia y con la Congregación para la Doctrina de la Fe moviendo sus piezas para situar a Joseph Ratzinger como el nuevo papa e imponerse a lo que quieren un cambio reformista.
La novela mezcla personajes reales y de ficción, algo que el autor aclara al final del libro. La trama se desarrolla a ritmo de thriller manteniendo la atención del lector y las sorpresas hasta la última frase, a pesar de conocer de antemano el resultado de la elección.
Resulta indignante observar los movimientos entre facciones y candidatos ocultos, usando mentiras, traiciones, conspiraciones y luchas sin escrúpulos. Esta frase del portavoz del Vaticano refleja la hipocresía reinante en la institución eclesial: “La elección del nuevo Papa no se va a ventilar solo en la Capilla Sixtina. Allí hay que llevar los deberes hechos y esperar que el Espíritu Santo no se equivoque”.
Con la Biblia en la mano, la conclusión que sacamos es que el Espíritu Santo nada tiene que ver con la institución del papa y con todos los intereses a su alrededor…
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