En El sonido de la tierra (ed. Almuzara, 2015) el periodista Antonio Pérez Henares, Chani, comparte su cuaderno de campo desde su observatorio privilegiado en su cabaña situada en el monte de El Enebro, Burgos.
Antes de adentrarnos en un libro que es una invitación a relajarnos, detener nuestro ritmo frenético y dejarnos seducir por el “silencio” de la naturaleza, vamos a conocer algo más de su autor, para descubrir que estamos ante su obra más íntima en su ya larga y fructífera carrera literaria.
El autor.
Antonio Pérez Henares trabajó en el diario Pueblo, y en 1978 pasó al dia rio comunista Mundo Obrero. Fue portavoz de Prensa del Grupo Parlamentario Comunista, cargo en que le sorprendió el golpe de estado del 23-F en la tribuna del Congreso; y, finalmente, fue nombrado redactor Jefe de Mundo Obrero Semanal, tras la desaparición del diario.
En 1986 volvió a la prensa privada trabajando en los semanarios Tiempo y El Globo, y como Director de Comunicación de la Cadena Ser, de donde pasó a la revista Tribuna, que dirigió hasta el año 1999. Fue después Director de ediciones especiales en La Razón, Director del diario Negocio y actualmente ejerce como Director de Publicaciones del Grupo Promecal, editor de una docena de cabeceras entre los diarios de Castilla y León y las cabeceras La Tribuna de Castilla-La Mancha.
Comentarista muy reconocido en radio y televisión actualmente colabora en los programas de debate de TVE, La Sexta, Co pe, RNE y las televisiones autonómicas de Castilla-La Mancha, Castilla y León y Madrid. A través de Europa Press sus columnas son publicadas en más de cuarenta periódicos.
Como autor ha publicado más de una treintena de obras entre libros de investigación sociológica, como Los nuevos señores feudales; viajes, El pájaro de la aventura, Un sombrero para siete viajes y Yo, que sí corrí delante de los grises; poesía, El vuelo de la Garza; cuentos, Las Bestias; y novelas, entre estas últimas destacan El río de la Lamia, La cruzada del perro, su trilogía prehistórica compuesta por Nublares, El Hijo de la Garza y El último cazador (trilogía editada por Almuzara), y sus últimas obra de narrativa La mirada del lobo y La Tierra de Álvar Fáñez.
El sonido de la tierra
La última obra de Pérez Henares es un libro que respira poesía por todas sus páginas, que nos envuelve con una prosa exquisita y una ambientación detallada en la que la naturaleza y el reino animal se convierten en protagonistas de una obra que despierta todos nuestros sentidos y nos traslada al corazón del monte, sea cual sea el lugar en el que estamos leyendo este pequeña joya.
A lo largo de tres o cuatro años, Pérez Henares ha ido anotando en su diario de campo todo aquello que le rodea, aspectos que suelen escapar a nuestra mirada, en los que no solemos reparar, especialmente los urbanitas que, ni de lejos, tenemos acceso cotidiano a las maravillas que nos ofrece la tierra y el cielo: el ciclo mágico de la vida animal, con su trasiego de jabalíes, corzos, zorros o águilas; el sereno panorama de enebros, sabinas, encinas, retamas, aliagas y romeros; el frágil equilibrio de las abejas, tan preocupante; la fidelidad inquebrantable del perro; la cercanía del huerto, la caza respetuosa con el medio; la luz y la oscuridad, el silencio y el grito, el nacimiento y la muerte.
Pérez Henares ha construido su obra más personal y literaria, un canto a la naturaleza que solo puede realizar alguien que se nutre de ella, que se convierte en espectador privilegiado de un espectáculo que no hay obra humana que pueda superar. En este enclave de ensueño nacieron personajes que se convirtieron en protagonistas de algunas de sus novelas históricas más exitosas, pero en esta ocasión el protagonista es el paisaje mismo, sin ninguna intromisión, y no ha personaje que pueda superar su belleza y esplendor.
El sonido de la tierra nos hace ver que “hemos perdido muchas cosas y de algunas otras equivocado el significado”, nos reta a apagar los móviles, esos artilugios que son “el último signo de la incapacidad para el silencio de los humanos en cualquier situación”, nos ayuda a recuperar “el viejo don de escuchar la tierra” y nos invita a acompañarle en su viaje de paz y sosiego: “iré a escuchar ese silencio, a sumergirme en él como en un agua limpia y protectora, a oír también mis voces interiores y procurar conjugarlas con las suyas. Para que luego ambas vuelvan a fluir juntas”. ¿Quién puede resistirse a una oferta así?
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