Donna Tartt tiene el don de confeccionar tramas interesantes, cautivadoras para todo tipo de lectores, narrada con maestría y talento, algo que la hace merecedora del título de “representante del Best-seller de calidad”. La autora se recrea en la descripción de escenas, en el fluir de los pensamientos del protagonista y narrador, pero la lectura no se hace pesada, al contrario, nos va envolviendo con una prosa cuidada y exquisita y una trama emotiva e intensa cuyo interés no decae a lo largo de sus más de 1.000 páginas.
¿Qué encontramos en El jilguero? En primer lugar una intensa y emotiva historia narrada en primera persona por su protagonista, Theo Decker, un joven de poco más de 20 años al que encontramos en una situación crítica, encerrado durante más de una semana en una habitación de hotel en Amsterdam. Fumando sin parar, bebiendo vodka, angustiado, hará memoria de cómo ha llegado a esa situación y de un episodio ocurrido más de 10 años antes y que marcó un antes y un después en su corta pero intensa vida: la muerte de su madre en un atentado terrorista en el Metropolitan Museum de Nueva York.
El atentado perpetrado por un grupo de la extrema derecha se llevó la vida de la madre de Theo, dejándole sin puntos de referencia después de que su padre les abandonara. Su trágica muerte no solo marcó de forma trágica su existencia, sino que dio lugar a serie de sucesos que iniciaron “una vida errática que le llevará a conocer los rincones más oscuros tanto de la sociedad norteamericana como del alma humana”.
Su madre falleció después de estar embelesada frente al cuadro de El jilguero, la primera pintura de la que se enamoró. Por una serie de circunstancias, Theo saldrá del Museo sin su madre, con el cuadro en su posesión, con un anillo entregado por un misterioso anciano al que intentó ayudar antes de que falleciera y con la imagen de la sobrina de este, una joven con la que comenzará una peculiar relación de amistad y amor nunca materializado.
Estas son las primeras piezas que se presentan en la novela y que serán solo el comienzo de una compleja trama que gira en torno a este cuadro realizado por Fabritius, pintor flamenco del siglo XVIII, discípulo de Rembrant y maestro de Vermeer, un artista cuya vida y obra están envueltas en el misterio, que se mueve entre el límite de la leyenda y la realidad, creador de una pintura en la que la autora de la novela ve una metáfora de la vida que llevan algunos seres humanos, como Theo, quienes al igual que los cuadros “se ven abocados a vivir incluso cuando sus existencias parecen cárceles de las que no pueden escapar”.
El jilguero es una emotiva e intensa historia de amor y redención, una historia que trata, en palabras de la autora, “sobre la transferencia y la obsesión, sobre el esfuerzo por recuperar lo que nunca volverá, sobre el intento de encontrar lo que se ha perdido”. Teniendo como escenarios Nueva York, Las Vegas y Amsterdam, iremos siguiendo al protagonista en un descenso a los infiernos marcado por la tragedia, la indiferencia, las malas compañías y las decisiones erróneas.
Con maestría, Donna Tartt ha conseguido fusionar el tono social que encontramos en las obras de Dickens, con problemática actuales como el terrorismo, la destrucción de la cultura o la falsificación de obras de arte. Un cóctel con múltiples ingredientes mezclados con acierto por una autora que cautivará a todos los aficionados a los best-seller y a los que disfruten con obras literarias de calidad. Una novela para degustar sorbo a sorbo, sin prisas, tomándose tiempo, como ha hecho la autora para construirla. Una lectura ideal para estas vacaciones.
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