El 16 de agosto, un día después de la fiesta de la Asunción, una joven atractiva y vestida de forma muy provocativa aparece muerta delante de una de las estatuas de la Virgen en la catedral de Notre-Dame. La policía no se explica que nadie viera nada durante las dos horas que la mujer permaneció muerta en el banco, teniendo en cuenta los miles de visitantes de la catedral y todo el personal que pasó delante de ella.
Los encargados de la investigación serán el comandante Landard, el teniente Gombrowicz y la fiscal adjunta Claire Kauffmann. Landard, a lo largo de sus veintidós años de servicio, había comprobado cómo los avances científicos se habían impuesto a las pesquisas de campo, pero este caso requerirá una “investigación de vecindario”: “había que interrogar a todo el personal, a todos los intervinientes de la catedral antes de liberarlos para el resto del día. Sacristanes, vigilantes, conserje, empleados de la limpieza, técnicos de mantenimiento, impresor, vendedoras de postales y rosarios, los que alquilaban las audioguías, guías voluntarios, organistas, cantores de la escolanía, clérigos y, por supuesto, los sacerdotes”.
Los detalles sórdidos que encuentran en el cadáver les enfrentarán a lo que parece ser un “asesino predicador” deseoso de “devolver su virginidad a todas las chicas ligeritas de opa de París”. Al mismo tiempo que llevan a cabo su investigación, el padre Kern, que llevaba once años abandonando cada verano su parroquia para ejercer de sustituto los meses de agosto en Notre-Dame y que estaba familiarizado con todos los trastornados que se acercaban a la catedral, llevará a cabo su propia investigación paralela.
La novela nos irá mostrando un mundo tórdido que se esconde detrás de las paredes de la catedral y en las vidas de los peculiares personajes que recorren sus pasillos.
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