El autor estuvo durante más de veintiséis años al servicio del que fue el hombre más rico de España. Fue algo más que su asesor jurídico, convirtiéndose en su hombre de confianza y en testigo y participante de sus negocios y excentricidades. Asistiremos a una historia trágica y patética, de un hombre que dos veces levantó un imperio y dos veces lo perdió, y una familia aparentemente idílica pero que escondía basura debajo de sus alfombras, hasta que todo estalló desatando todos los demonios. Independientemente de la opinión que nos merezca el personaje, resulta patético asistir al declive de alguien que levantó dos imperios empresariales, con 50.000 empleados el primero y 6.000 el segundo, que tuvo a muchas personas de alcurnia comiendo de su mano en los consejos de administración de sus compañías y que ahora se encuentra “solo, enfermo, envuelto en una maraña de pleitos judiciales y abandonado a su suerte por su familia”.
Joaquín Yvancos se encuentra actualmente enfrentado a los hijos de Ruiz Mateos por lo su objetividad está en entredicho, aún así el libro resulta de lo más interesante, mostrando también las miserias de su protagonista, aunque dirige su mirada sobre los hijos en la ruina final del imperio empresarial.
El autor se remonta al año 1984 cuando conoció a Ruiz Mateos en Londres, poco después de la expropiación de Rumasa. Convencido de que había sufrido una injusticia y de que había sido vendido por sus “hermanos” del Opus Dei, le propone participar en una “guerrilla” para que el tema de Rumasa no se olvide “hay que liarla, hacer mil cosas, lo que haga falta. Vamos a hacer una guerrilla. Nosotros no tenemos medios, pero debemos tener imaginación. Yo soy un empresario, tú eres abogado. A ver qué se nos ocurre, cómo conseguimos que el tema de Rumasa esté siempre en los medios de comunicación. ¿Te apuntas?”. Joaquín se apuntó y vaya si se les ocurrieron cosas, además del famoso “¡Que te pego, leches!” y el disfraz de Superman, asistiremos a todo tipo de provocaciones y “travesuras” como una fuga de la Audiencia, espionaje al Opus, operaciones de engaño con dobles, falsos atentados, el intento de robo de un sumario, la compra del Rayo Vallecano, tartazos, un mensaje en una avioneta durante la final de un mundial de fútbol o un surrealista reto a un duelo.
La cercanía a Ruiz Mateos le permitió al autor “vivir aventuras extraordinarias que ni en mis sueños más alucinantes hubiera imaginado y conocer de primera mano las grandezas y miserias de un personaje del que se podrán decir muchas cosas menos que sea un tipo común y corriente”. También tuvo oportunidad de entrar en el círculo más íntimo de la familia y comprobar que la fachada aparentemente sólida de respeto y unidad ocultaba muchas grietas, unas más hondas que otras.
El relato se vuelve menos divertido y más oscuro cuando se adentra en la etapa política de José María y en el surgimiento del nuevo imperio. Se explican aquí sus peculiares métodos para sacar adelante las empresas, la compra de dosieres comprometidos (no solo por parte del protagonista) y destaca la naturalidad con la que se habla de contabilidades en B y de mecanismos legales para pagar menos tributos. Estas páginas culminan con la debacle de Nueva Rumasa y el escándalo de los pagarés, un declive que, según el autor, tuvo su inicio a partir del año 2004 cuando le diagnosticaron parkinson y el patriarca decidió dejar el imperio en manos de sus seis hijos varones, algo que terminará de forma catastrófica con la aparición de Ángel de Cabo quien supuestamente iba a salvar al grupo del naufragio, quedando todos finalmente enfrentados a numerosas causas judiciales.
En medio de todo el lodazal familiar, político y económico, de la avaricia y la ambición de una familia dividida y enfrentada, surgen también otros episodios y anécdotas menos conocidos, pero que siguen ofreciéndonos facetas novedosas del protagonista como descubrir que gracias a él todos los presos de España pueden ver la televisión en su celda o su increíble mediación para evitar la Primera Guerra del Golfo, algo que, según el autor, estuvo a punto de ser un éxito.
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