TRES MUERTES INEXPLICABLES.DOS PROMESAS DE VENGANZA.UNA CIUDAD SOFOCANTE...
El verano de los juguetes muertos, del escritor catalán Tony Hill (ed. Grijalbo, 2011) es una novela policíaca oscura, dura, el primer título de una serie protagonizada por el inspector Héctor Salgado.
El inspector Héctor Salgado, argentino, de padre español, lleva semanas apartado del servicio por haber dado una paliza a un detenido, un médico implicado en una red de prostitución ilegal. Nadie se explica la razón por la que el inspector perdió los nervios con el detenido y reaccionó de forma tan violenta.
Tratado por un psicólogo, Héctor es apartado del día a día de la comisaría, pero recibe un encargo en apariencia intrascendente, investigar de forma extraoficial la muerte de un joven de la alta burguesía barcelonesa hijo de un exitoso empresario con aspiraciones políticas. El joven cayó por una ventana durante la noche de San Juan, y todo apunta a un suicidio o a un accidente por el abuso del alcohol.
Héctor contará con la ayuda de una nueva compañera, la agente Leire Castro, que está viviendo una situación personal trascendental para su vida. La familia del fallecido da por buena la versión oficial, pero su madre, una mujer que abandonó a su marido y a su hijo cuando era bebé y que no había vuelto a verlo desde entonces, regresa convencida de que su hijo ha sido asesinado.
Las primeras investigaciones no aportan hilos de los que tirar y Héctor quiere cerrar el caso para centrarse en lo que verdaderamente le importa, el caso del doctor que provocó que fuera apartado del servicio.
Las dos investigaciones se desarrollan con interés. La trama principal de la muerte del joven, situará a los protagonistas ante un ambiente hipócrita en el que lo que predominan son las apariencias. La segunda trama, sumergirá a su protagonista en el mundo del vudú y la magia negra, poniendo en peligro lo que más quiere y prometiendo ser una investigación compleja que se prolongará a lo largo de la serie.
El inspector se enfrentará a los fantasmas de su propio pasado en una historia con giros constantes, revelaciones sorprendentes sobre secretos del pasado y unos personajes atormentados por los remordimientos y los sentimientos de culpa.
El ritmo de la narración es ágil, con una historia narrada sin grandes pretensiones, aunque se adentra en la denuncia de problemas duros y actuales. Las relaciones sentimentales entre los personajes resultan patéticas, sin compromiso ni fidelidad y con el sexo como motor de gran parte de las decisiones. Este retrato social aporta más sentido a la acertada reflexión de uno de los personajes: “no me gusta este mundo en el que vivimos. La gente puede considerar que ciertos valores son caducos, pero lo cierto es que no hemos logrado sustituirlos por otros. Tal vez no sean tan malos al fin y al cabo”. La novela es también una expresión de la necesidad de redención, con unos personajes que arrastran los errores de su pasado, con la creencia de que “las culpas no se expían, se cargan”.
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