“Un héroe es un hombre que cree en algo, que es valeroso, que arriesga la vida por el bien de la comunidad”
En una sociedad escasa de héroes, que encubra al estrellato a personas cuyo único mérito es haber participado en un programa basura de televisión, libros como "El legado de Mandela" de Richard Stengel (ed. Temas de hoy, 2010), se convierten en imprescindibles para acercarnos a la figura de personas que han destacado por su altura moral y por la defensa de sus ideales.
El autor del libro, redactor jefe de la revista Time, colaboró con Nelson Mandela en su autobiografía. Durante tres años le acompañó en reuniones, vacaciones y viajes de estado. Pasó horas y horas conversando con él sobre su vida y su trabajo hasta llegar a acumular más de setenta y dos horas de entrevistas. Además de la autobiografía, estas entrevistas dan ahora como fruto este libro que recoge quince lecciones que Mandela aprendió, tanto en la cárcel como a lo largo de su vida. Las lecciones se ilustran con múltiples episodios y anécdotas que componen una obra en la que cada capítulo es un tesoro.
El autor siente admiración por la figura de Mandela, quien se considera a sí mismo como el Gran Persuasor, “te convencerá o con lógica y razonamiento o con encanto, y por lo general con una combinación de ambas cosas”. Pero no le presenta como un superhombre, ya que reconoce que, a pesar de ser venerado como un santo, está muy lejos de serlo. Es un hombre de carne y hueso, con sus debilidades y sus contradicciones. Seguramente esta perspectiva es una de las claves que hacen grande este libro.
Para entender la figura de Mandel debemos comenzar analizando el cambio sufrido durante los veintisiete años que estuvo en la cárcel. La prisión fue uno de sus más importantes maestros. Le enseñó el dominio de sí mismo, disciplina y concentración, virtudes indispensables en un líder. Cuando salió del prisión tuvo que enfrentarse a sus propios compañeros para poder sacar adelante una nueva Sudáfrica basada en la filosofía de “perdonar y olvidar” en lugar de “recordar y responder”.
Su liderazgo nos ofrece importantes lecciones, entre las que destaca el coraje. Curiosamente, estamos ante un hombre que pasó miedo en múltiples ocasiones, pero lo más importante, “nunca tuvo miedo a decir que había pasado miedo”. Por lo tanto, según Mandela, el coraje no es innato, se elige. Un episodio de su juventud le llevó a descubrir que no era valiente por naturaleza y que tendría que aprender a serlo, de esta forma experimentó que “el coraje no es la ausencia de miedo. Es aprender a superarlo”.
Además del coraje, su liderazgo ha destacado también por su valentía para asumir riesgos y ponerse al frente, en primera línea. Tomaba la iniciativa y pasaba a la acción de forma resuelta, convencido de que “los líderes no solo deben liderar, es necesario que se les vea liderar”. Pero también sabía delegar e involucrar a sus compañeros en el liderazgo. Y, algo raro en los políticos, supo retirarse a tiempo, convencido de que debía fijar el rumbo, pero no gobernar el barco.
Los aspectos de su carácter que se describen se convierten en lecciones esenciales no solo para los líderes, sino para aplicarlos en cualquier situación de nuestra vida. Por ejemplo, mantener la calma en momentos de gran tensión, ya que “si pierdes el control, pierdes las situaciones”. En otro aspecto, curiosamente, a pesar de no ser religioso, practicó la máxima enseñada por Jesucristo del amor al enemigo, algo que no hicieron precisamente algunos de los que se llamaban seguidores de Jesús en aquel país.
La vida de Mandela está marcada por episodios cruciales, como las negociaciones para conseguir las primeras elecciones “un hombre, un voto” en Sudáfrica o la celebración del mundial de rugby que supo aprovechar magistralmente para unir al país y cicatrizar heridas, tal y como se puede comprobar en la película “Invictus” de Clint Eastwood. En todos estos episodios Mandela demostró ser un gran estratega, alguien que supo ganarse el respeto de amigos y enemigos, demostrando ser un pragmático, no un ingenuo idealista. Convencido de que “no hay que dirigirse al cerebro de la gente, sino al corazón”, tomó a Abraham Lincoln como ejemplo de líder, impresionado por la forma en que usó la persuasión en lugar de la fuerza para dirigir su gobierno.
En el libro se destacan más aspectos positivos de su carácter, pero también se señalan sus contradicciones y errores. Buscaba siempre lo positivo, era constructivo. Esta forma de ver el mundo le ayudó en prisión, ya que esta experiencia que a muchos los envenenó a él lo enriqueció. Pero también tuvo sus problemas, porque al estar convencido de que nadie es intrínsecamente malo, se llevó serios disgustos que podía haberse evitado. Su frase de que “el apartheid hizo malos a los hombres, la maldad no creó el apartheid”, no se sostiene, ya que el apartheid no surgió de la nada, fueron los hombres quiénes lo crearon.
No estamos simplemente ante un libro de autoayuda, las referencias a su biografía y los episodios que ilustran las lecciones que se presentan, son sobrecogedores y aportan un peso moral que respalda cada afirmación del libro. Mandela vivió todo tipo de experiencias traumáticas que le hicieron preparase siempre para lo inesperado; esperaba lo menos probable de cualquier situación.
Una de las últimas lecciones que nos enseña Mandela es la necesidad de buscar nuestro propio huerto, un lugar de relax para renovar nuestra mente y conseguir aislarnos del exterior.
¡No esperes más!, busca tu huerto, sumérgete en las páginas de este libro… y prepárate para lo inesperado…
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