lunes, 22 de marzo de 2010

"La ciencia contra el crimen"

"La ciencia contra el crimen”, de Janire Rámila (ed. Nowtilus, 2010), nos muestra las técnicas policiales de investigación criminal más avanzadas para resolver crímenes complejos. El currículum de la autora nos ofrece una idea de la calidad de la obra, licenciada en Criminología por el Instituto Vasco de Criminología, licenciada en Derecho por la Universidad del País Vasco y licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra. ¡Casi nada!


El prólogo pone el listón muy alto en cuanto a lo que vamos a encontrar en esta otra, “este nuevo libro de Nuria Janire Rámila está lleno de atractivos, tanto para el lector curioso e interesado por la criminología, como para los estudiantes de esta ciencia. La razón estriba en que ofrece un breve y muy ameno repaso de los hallazgos de la ciencia forense en la identificación y captura de los criminales, desde el siglo XIX hasta la actualidad, sin olvidar referencias cinematográficas que ayudan a situar el tratamiento que la cultura popular ha dado a las diferentes disciplinas forenses”. Después de leerlo puedo decir que el libro está a la altura de las expectativas creadas.

Con un estilo ameno y riguroso, la autora se remonta al pasado para mostrarnos el progreso de la investigación científica a lo largo de la historia, hasta llegar a la actualidad. Ya desde el principio el libro nos sorprende, al comenzar con los “Juicios de Dios” en la Edad Media, procesos en los que se dejaba a la intercesión divina dirimir la verdad, falsedad, culpabilidad o inocencia de una persona. A los protagonistas se les sometía a todo tipo de pruebas extremas para ver si se producía una intervención divina sobrenatural que demostrase su culpabilidad o inocencia. Nos guía después hasta Francia, a principios del s.XIX, donde surge el primer departamento de detectives del mundo, la “Surete” francesa, con Vidocq al frente, un antiguo ladrón. Los métodos de Vidocq basados en la lógica y la razón dieron un vuelco al oscurantismo en los procedimientos penales. El inspector francés fue fuente de inspiración para el resto de departamentos de policía.

La definición más simple que se ofrece sobre criminología es “la ciencia que se ocupa de determinar la forma en la que se cometió un delito y quién lo cometió”. Este libro nos desvela la dura tarea que ha supuesto llegar hasta el método actual, en el que la prueba es la principal estrella del procedimiento. Por el camino, han quedado múltiples obstáculos, incongruencias e injusticias.

Estos ingredientes ya son de por sí suficientemente atractivos para recomendar el libro, pero la autora añade otro más que enriquece aún más la obra, al añadir referencias al mundo cine y su forma de tratar la investigación criminalística, con películas como “El silencio de los corderos”, “Ciudadano X”, “El coleccionista de huesos”, “Copycat”, “El coleccionista de amantes”, “Arsénico por compasión”, “Casino Royale”, “La hora de la araña”, “Zodiac”, “Jennifer 8”, incluso ¡”Blancanieves”!...

Comienza con dos capítulos que sirven de base, lo que la autora denomina el “Abc” de la criminalística, nociones básicas para poder profundizar después en los diferentes temas tratados.
Se describen 2 escuelas bien diferenciadas, la americana con la “perfilación psicológica” y la europea con “la perfilación geográfica”. La primera se centra en cómo es el asesino, la segunda dónde vive y dónde puede volver a actuar. Es apasionante comprobar las diferencias entre las dos escuelas, y cómo se han aplicado sus métodos para resolver crímenes reales.
Investigadores míticos son los protagonistas principales de estas páginas, hombres que se acercan al crimen de forma muy especial, “Cada crimen es una historia, una narración que nos va relatando el criminal con cada nueva muerte o violación o secuestro… Si el investigador es capaz de comprender esta historia, entonces estará muy cerca de averiguar cómo piensa el delincuente y podrá adelantarse a su próximo zarpazo”.

Los siguientes capítulos están dedicados a diferentes temas como la toxicología, antropología forense, ADN y biología forense, dactiloscopia, entomología forense y balística. La autora se remonta al origen histórico de cada materia, el código de Hammurabi con la toxicología o Babilonia (2000 a.C.) para la dactiloscopia. Asistiremos también a la descripción detallada de una autopsia, visitaremos un laboratorio forense y la Granja de Cadáveres, comprobaremos como el ADN ha permitido revisar casos antiguos y poner a inocentes en libertad y, aunque es un método muy fiable, no ha conseguido que las huellas dactilares sigan siendo utilizadas para la identificación de personas… ¡incluso las huellas de una oreja!

El ADN nos ayudará también a comprender acontecimientos históricos como la muerte del zar Nicolás II y toda su familia o el emplazamiento del cadáver de Cristóbal Colón. La entomología forense nos ayudará a comprender cómo los insectos son usados en la resolución de casos criminales y puede ser de ayuda para averiguar el intervalo post mórtem, pero también dónde ocurrió el crimen o situar al sospechoso en el lugar del crimen.

Por último, tenemos un capítulo sobre crímenes sin resolver, en el que se relatan varios casos en los que no se ha podido descubrir al culpable, aunque la conclusión final sería que “No existen crímenes perfectos, solo investigaciones imperfectas”.

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1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bueno y la frase "no existen crímenes perfectos, si no investigaciones imperfectas" me ha encantado.