“Vivían en la incertidumbre, acechados por el caos. Buenos Aires había padecido olas de secuestros y rescates. Imperaba el terror y el asesinato estaba a la orden del día. No era tiempo para sobresalir del montón”.
Esta es una descripción realista de la situación vivida por los argentinos durante el golpe militar que impuso la dictadura en el país. La novela “Ministerio de casos especiales”, de Nathan Englander (ed. Mondadori, 2009), describe el terror y la angustia de los desaparecidos desde el punto de vista de una peculiar familia judía, los Poznan.
Kadish Poznan tiene un peculiar trabajo. Borra de las lápidas los nombres de los antepasados judíos que pertenecieron a una comunidad de proxenetas y prostitutas. Sus descendientes no quieren que nadie pueda identificarles con ese vergonzoso pasado. Lleva a cabo su clandestino trabajo con la ayuda de su hijo de 19 años, Pablo Poznan “Pato”. Éste no comparte el sentir de su padre por lo que hacen: “Yo ofrezco respeto a los muertos y confidencialidad a los vivos”.
La relación entre padre e hijo es tensa y distante desde siempre, pero los sucesos que están ocurriendo en Argentina terminan por separarles completamente. Pato le advierte de que están matando a jóvenes inocentes, pero Kadish lo niega convencido de que “El gobierno está haciendo una limpieza y, cuando terminen de hacerla, las cosas van a mejorar. Ya vas a ver, este país va a ser un lugar más seguro”. Está convencido de que los que están muriendo tienen que ser culpables, los ciudadanos normales no corren peligro.
Lilian, esposa de Kadish, asiste a las discusiones y normalmente apoya a su hijo. Observando la gravedad de la situación que vive el país decide buscar protección y compra una puerta blindada para que nadie pueda entrar ya que Buenos Aires sufría una oleada de violencia. “Habían padecido una oleada de secuestros y pago de rescates, de promesas políticas, de terror izquierdista seguido por los escuadrones de la muerte de la derecha”.
Las discusiones entre padre e hijo llegan hasta un límite en el que ambos expresan su sentir por el otro:
Pato: “Vos y yo nunca nos llevamos bien. Ya es hora de que libere oficialmente. Finjamos que esto nunca pasó… que yo no nací. Podemos seguir nuestros caminos por separado. Yo no tendré padre y nos no tendrás hijo.”
Kadish: “¡Ojalá no hubieras nacido!”
Ninguno de los dos imagina como estos deseos se van a hacer realidad. Cuatro agentes entran en la casa por un descuido de Kadish y se llevan a su hijo sin que éste pueda hacer nada. A partir de aquí, Kadish y Lilian emprenderán una búsqueda desesperada de su hijo desaparecido que aumentará la separación que vive la pareja.
Kadish asume el hecho de que su hijo está muerto, pero Lilian continuará luchando contra el silencio y el olvido: “Aceptó que Pato había dejado de existir para los otros y que ella era la única que podía hacer que existiera.”
Las visitas de los padres a las comisarías y, sobre todo, al Ministerio de Casos Especiales, nos sumergen en un clima de impotencia e indefensión en el que podemos sentir la angustia y desesperación de los familiares que sufrieron las pérdidas de seres queridos sin volver a tener noticias de ellos.
La novela desvela las actitudes conformistas y partidistas de personas que aprovechan situaciones trágicas para sacar provecho. Es el caso de Gustavo, jefe de Lilian, que ve el golpe como una oportunidad de negocio: “hay que reconocer los bandos y empezar a ganar”. Pero, por encima de todo, destaca la dignidad de los que no se rinden y luchan hasta el final.
A pesar de lo trágico de la narración, el autor consigue incluir toques surrealistas y de humor, como la divertida situación que se presenta con la operación de nariz de los protagonistas, que nos hace sonreír ante lo absurdo de la situación a la vez que se convierte en una clave para entender la psicología de los personajes.
Un libro sobre personas desesperadas “que toman medidas desesperadas” y se enfrentan a gente “que se cree sus propias mentiras”.
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