El libro “Seducidos por la muerte” de Herbert Hendin (editorial Planeta, 2009), aborda estos asuntos con mucho rigor, planteando casos reales que nos ayudan a entender las problemáticas que se producen y, sobretodo, siendo sensible con el sufrimiento de enfermos y también de los familiares en situaciones límites como las que se presentan.
En el prólogo se denuncia la manipulación que los activistas pro-eutanasia han provocado presentando casos extremos para tocar la fibra sensible de la opinión pública. Como muy bien señala el prologuista, el resultado ha sido que “el debate público acerca de la compleja y delicada cuestión de la eutanasia se reduce habitualmente a eslóganes concebidos por los sentimientos, en vez de apoyarse en el intercambio de argumentos racionales.”
El libro de Hendin ha sido escrito para intentar situar el debate en la perspectiva correcta, porque “salta a la vista que, en los últimos años, las discusiones en torno a la vida se han centrado demasiado en la reivindicación de un derecho a la eutanasia. Mientras tanto, puede ocurrir que se sigan descuidando muchas otras preocupaciones en torno al final de la vida: el control del dolor y de los síntomas, la atención global al enfermo, el desarrollo de cuidados paliativos…”
El autor es consejero delegado y director médico de “Suicide Prevention International” y catedrático de psiquiatría en el New York Medical College. Los estudios de Hendin han sido citados en diferentes resoluciones judiciales producidas en Estados Unidos sobre la eutanasia.
En principio, Hendin no estaba preocupado por los temas del suicidio asistido y la eutanasia, pero las agresivas campañas de los activistas le llevaron a estudiar el tema en detalle. Para ello, viajó a Holanda, única país en ese momento donde la eutanasia era una práctica aceptada. En principio, no tenía un posición preconcebida y escuchó a los médicos holandeses que estaban convencidos de que terminaría persuadido por las excelencias de la práctica de la eutanasia en Holanda. Pero el efecto fue contrario, cuanto más veía y escuchaba a los defensores de la eutanasia, “más impactado quedaba, no sólo por el elevado número de lo que podríamos llamar “muertes equivocadas” sino también por su insistencia en defender lo que a todas luces resultaba indefendible”.
El tema de este libro es, en parte, lo que se puede aprender de la experiencia holandesa. No criminaliza a los médicos holandeses, al contrario, reconoce su interés y preocupación por los enfermos, asimismo señala que “en Estados Unidos, los defensores de la eutanasia han tenido el mérito de despertar a la comunidad médica; evitar que su criterio se impusiera ha sido en parte el motivo que ha llevado a la medicina estadounidense a una campaña de educación de los médicos para la atención de enfermos terminales.”
Pero el principal peligro que se ha producido en Holanda es la llamada “Pendiente resbaladiza”: “En Holanda la eutanasia se ha extendido “desde la eutanasia para enfermos terminales hasta la eutanasia para enfermos crónicos, desde la eutanasia para enfermedades físicas hasta la eutanasia para las enfermedades psiquiátricas, y desde la eutanasia voluntaria hasta la no voluntaria y la involuntaria.
Holanda es un país en el que los médicos han tomado partido por la defensa de la eutanasia. Los médicos han sido educados para la eutanasia más que para los cuidados paliativos, y la opinión pública no está enterada de que en el tratamiento de los enfermos terminales existen otras opciones que la de tener que sufrir o acelerar la muerte.”
El libro está perfectamente estructurado, presentando las opiniones de las dos partes y llevándonos a una conclusión final que se enriquece con un epílogo sobre la situación de la eutanasia en España. En nuestro país la eutanasia no está legalizada, pero casos como el ocurrido en el Hospital Severo Ochoa de Leganés, demuestran que nos encontramos en un proceso de “seducción de un sector de los médicos por la muerte asistida.”
Se analizan sentencias de juzgados españoles, casos tan conocidos como el de Ramón Sampedro, que dio lugar a la película de Alejandro Amenábar “Mar adentro” y los efectos jurídicos del caso del Hospital Severo Ochoa.
Es interesante que entre los médicos citados que están en contra de la eutanasia hay cristianos evangélicos que consideran la vida humana sagrada porque ha sido creada por Dios. Pero los argumentos que ofrecen para defender su postura no son únicamente teológicos, lo cual limitaría sus conclusiones únicamente a los cristianos, sino que éstos van unidos a argumentos médicos, sociales y psicólogicos que forman una evidencia abrumadora.
El libro es una defensa de la dignidad de la vida humana y una llamada de atención para centrar nuestros esfuerzos en un mejor cuidado de los enfermos y ancianos, aunque, como suele ocurrir, la clave seguramente la encontremos en el maldito dinero, porque “el programa eutanásico es rigurosamente gratuito, no tiene coste, por el contrario un sistema de atención generalizado y extendido es costoso”.
Una obra es imprescindible para entender la problemática de la eutanasia.
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