La experiencia profesional de Holland le ha servido para realizar una novela de gran calidad y muy bien documentada, que supone un acertado debut en el mundo literario. El autor es director científico del Laboratorio Central de Identificación del Departamento de Defensa, trabaja de forma habitual como asesor para la policía de Nueva y ha dirigido varias investigaciones forenses en sitios como Irak y Corea del Norte.
El agente del FBI Michael Levine es enviado a un pueblo del sur de los Estados Unidos para investigar el caso de dos cuerpos aparecidos en el lugar en la década de los sesenta. La misión encomendada a Levine es un castigo por haber apretado demasiado las tuercas a un pez gordo. En verdad, él no tiene ningún tipo de experiencia en homicidios, ya que se ha dedicado a investigar fraudes relacionados con el mundo de las finanzas. El agente Levine unirá sus fuerzas con Kel Mckelvey, director del Laboratorio Central de Identificación del Ejército de Estados Unidos, quién tiene que analizar los restos hallados de un héroe desaparecido en la guerra de Vietnam.
Las dos investigaciones se mezclarán de forma sorprendente y obligarán a los dos protagonistas a trabajar juntos en contra de su voluntad. A la incompatibilidad de caracteres de los protagonistas, se unirá el hermetismo de los habitantes del lugar y la oposición del sheriff, quién hará todo lo posible por obstaculizar sus pesquisas. Indagar en el pasado les llevará a desvelar oscuros secretos que sacarán a la luz antiguos conflictos raciales y familiares. Levine y Kel se guiarán por su instinto y experiencia para sobreponerse a la adversidad y llegar a la verdad del asunto.
El libro tiene un ritmo ágil, con personajes bien definidos y un final creíble que satisface las expectativas creadas a lo largo de la narración. La intriga se mantiene hasta el final y el autor presenta las pruebas de tal forma que permite al lector sacar conclusiones acertadas en cuanto a la investigación.
Me gustaría resaltar dos aspectos curiosos de la novela.
En primer lugar, una de las claves de la investigación es una lápida que únicamente contiene una cita de la Biblia, Lucas 15:31. Los que habéis leído mi novela “El enigma de la lápida” sabéis que el punto de partida del libro es otra lápida con un versículo de la Biblia, aunque en este caso la cita es del Salmo 31:20.
Otro aspecto que me ha llamado la atención es el que se refiere a las tareas de identificación de los restos de soldados caídos durante la II Guerra Mundial, Vietnam y la Guerra de Corea. En un episodio de la novela, Kel se encuentra analizando los restos de 19 cadáveres:
“Habían tenido que salir 3 veces a recuperar los cuerpos, tratando de localizar la fosa común en la que habían sido enterrados en la isla, y por fin se estaba llevando a cabo el merecido año entero de análisis en el laboratorio. De ello se derivarían 19 identificaciones. Habría 19 entierros. Por fin 19 hombres volverían a casa, después de tanto tiempo. Pero el trabajo no era fácil. Muchos de esos hombres tenían un informe médico incompleto o inexacto, y los expedientes dentales y las últimas piezas del rompecabezas exigían una atención y un trabajo intensivo.”
Después de seguir el juicio por la identificación de los cadáveres del accidente YAK-42, creo que estas páginas describen una situación muy diferente de la que se produjo allí, ¿verdad?
1 comentario:
Junto con la espada de San Jorge, me estas tentando a que lo lea...
Muy recomendable...TE FELICITO POR EL BLOG...
Ahhh y en cuanto lo que te refieres que estamos en peligro de extinción NO PODRIA SER MÁS VALIDO EN ESTOS DÍAS....
Un Abrazo desde Bolivia!
Publicar un comentario