La globalización, el funcionamiento de una empresa, la devaluación de la moneda, los Presupuestos General del Estado y otros términos que nos pueden resultan extraños, son explicados con una sencillez increíble y sin dejar en ningún momento su ironía y sentido del humor. Hay capítulos realmente memorables, como el número 4 en el que compara los Presupuestos Generales del Estado con los Presupuestos de su familia. Su claridad contrasta con la actitud de los políticos, quiénes, según el autor: “explican las cosas para que no se les entienda”.
La crítica a todos los responsables de la crisis va unida a un espíritu optimista y constructivo que defiende “la cultura del esfuerzo”. Afirma que hay que considerar que el tiempo que estamos viviendo es el mejor para nosotros, porque no tenemos otro y es en el que Dios nos ha puesto.
“El Optimismo consiste en sacar el mejor partido posible de cualquier situación concreta”. Este optimismo es el que propone Leopoldo Abadía, recordándonos que todos somos responsables y empresarios de nuestra vida. Todos tenemos nuestra parte de responsabilidad en la crisis, y podemos aportar nuestro grano de arena para salir de ella.
Las conversaciones en ese bar cerca de San Quirico son un canto a la inteligencia y la sabiduría. El autor dice que “la gente debe exigir que se les hable de forma inteligente”. Sin duda, él ha predicado con el ejemplo. ¡Gracias, Leopoldo!
Los principios expuestos los podemos encontrar a lo largo de toda la Biblia, la “Norma moral objetiva”. Seguir estos principios ha cambiado vidas, familias y países enteros. ¡La mejor noticia es que puede seguir haciéndolo!
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