viernes, 1 de noviembre de 2019

Abracadabra. Estoy como una cabra

Abracadabra. Estoy como una cabra, del Mago Tomás (Martínez Roca, 2019) es una libro que nos devela historias mágicas, retos y trucos de un joven con chistera.

Con tan solo 17 años, el mago Tomás Sanjuán impresionó al jurado de Got Talent –Risto Mejide, Jorge Javier Vázquez, Eva Hache y Edurne−, concurso en el que quedó finalista. Ahora, en Abracadabra, estoy como una cabra impresionará a los lectores con su ingenio y humor, y con sus mejores trucos, retos y anécdotas.

Un libro en el que el universo de la magia queda perfectamente reflejado por este pequeño mago, admirador de Juan Tamariz.


El mago Tomás nace en Madrid un día muy frío de enero, en concreto, el nueve, múltiplo de tres. Su nombre le gusta sobre todo porque acaba en AS.

Tiene dos hermanos que nacieron un tres. Uno de junio y otra de marzo, otro tres. El mayor es su ídolo. Se llevan nueve años y siempre ha tenido mucha envidia de su libertad, de lo bien que nada y de su pelo tan bien peinado.

Su hermana es la única chica. La recuerda gateando como un perro y llorando como un gato. Cuando era pequeña corría mucho y no paraba de charlar. Siempre estaban juntos y en realidad ahora también.

De sus padres poco que decir que los diferencie del resto de los padres. Son buenos y pacientes con él y le han apoyado con esta afición invasora. Es invasora porque si de algo se queja su madre es de encontrar cartas por todos los rincones de la casa. Su padre es un excelente cocinero y su madre constantemente inventa cosas para no sucumbir a la rutina.

Su color favorito es el azul y, si tuviera que elegir un planeta sería la tierra porque de momento es el único lugar donde se puede hacer magia.

En cuanto a sus cartas favoritas durante mucho tiempo tuvo el nueve de picas, también múltiplo de tres, pero esta le perseguía y Tomás se agobió. Quiso entonces al cuatro de tréboles, pero hoy le gustan todas.

Su número favorito siempre ha sido el catorce, porque su jugador de fútbol preferido cuando era pequeño llevaba ese dorsal. Si hubiera una carta con este número, esta sin duda sería la que más le gustaría.

Pasaron siete años hasta que descubrió lo que realmente importa, la magia. Hasta entonces se entretuvo con aficiones como el ajedrez y el fútbol. En el ajedrez no era ni muy bueno ni muy malo y en el fútbol le encantaba ser portero. Mientras el balón se acercaba a la portería le daba tiempo a pensar en sus cosas, mirar las formas de las nubes y recibir algún que otro balonazo inesperado. En uno de aquellos golpes se le debió instalar la vocación de las ilusiones.

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