miércoles, 25 de noviembre de 2015

Madrid, 1616

Madrid, 1616, de Eloy M. Cebrián y Francisco Mendoza (ed. Algaida, 2015) es un genial thriller histórico que continúa las aventuras narradas en Madrid, 1605, y que podrán disfrutar los que leyeron la anterior novela pero también se puede leer de forma independiente. No importa, tanto unos como otros, disfrutarán de una lectura trepidante, un magistral homenaje a la literatura y a la figura de Cervantes, un relato que mezcla historia y ficción, en el que su autores dejan volar su imaginación para rellenar lagunas en la vida del escritor y realizar así una hipótesis histórica que nos cautivará de principio a fin.


Eloy M. Cebrián y Francisco Mendoza nos deleitaron con un primer plato que pudimos devorar de forma compulsiva, una novela imprescindible para todos los “Mamíferos Devoradores de Libros”. El segundo plato no decepciona, no es relleno, los autores vuelven a dar con la mezcla perfecta de ingredientes y proponernos otra lectura que vamos a devorar y saborear sorbo a sorbo y que nos va dejar con un muy buen sabor de boca.

Con un tono fresco, con toques de humor, y respirando literatura en todas sus páginas, vamos a disfrutar con este “canto a los libros”, que juega con la complicidad de lector y realiza un genial guiño a su anterior novela, añadiendo así más atractivos ingrediente a un plato ya de por sí irresistible.

Por justicia, dicho lo anterior, creo que lo mejor es conocer algo más de estos dos grandes “chefs literarios”.

Eloy M. Cebrián (Albacete, 1963) es licenciado en Filología Inglesa, catedrático de instituto y escritor. Para jóvenes lectores ha publicado las novelas Bajo la fría luz de octubre, Memorias de Bucéfalo y Operación Beowulf. En cuanto a su producción para adultos, destacan El fotógrafo que hacía belenes y Los fantasmas de Edimburgo. Sus relatos y sus artículos de opinión han aparecido recopilados en los volúmenes Comunión y La Ley de Murphy, respectivamente. Desde el 2000 codirige la revista de creación literaria El Problema de Yorick.

Francisco Mendoza nació en La Mancha en 1948. Estudió en el Seminario de Talavera y luego en Sigüenza y en la Universidad Complutense, por la que es doctor en Filología Hispánica. Ha ejercido de catedrático de Lengua y Literatura en Albacete y París, ha realizado investigaciones sobre literatura culta, oral y de cordel y ha publicado 15 libros, entre ellos el ensayo La pasión por los libros. Un acercamiento a la Bibliofilia y el poemario El bibliófilo que soñaba (despierto) con Elsa Pataky.

La novela comienza el 23 de abril de 1616, con Gonzalo, yerno y mejor amigo de Miguel de Cervantes, apenado por el fallecimiento del escritor y preparándolo todo para su entierro en el convento de la Trinidad de Madrid, tal y como el viejo poeta había pedido que lo hicieran. Todo preparado para “entregar el cuerpo del viejo poeta a la tierra” y para que la ciudad de Madrid se despidiese de él.

Cuatrocientos años después nos encontramos nuevamente con el profesor universitario jubilado y bibliófilo en activo Erasmo López de Mendoza, protagonista de la anterior novela. Erasmo se dispone a ver por televisión la rueda de prensa que van a ofrecer el equipo de antropólogos y forenses que buscaba los restos de Cervantes en el convento de las Trinitarias, un “circo” ante el que se muestra escéptico e indignado, porque no hace justicia a la figura del autor del Quijote.

El acontecimiento le hace rememorar los episodios vividos cuatro años antes, junto a su ex alumna Pilar Esparza, cuando se vieron involucrados en los enigmas cervantinos, en una apasionante y peligrosa aventura que culminó con el hallazgo del manuscrito autógrafo de la primera parte del Quijote gracias al relato del enigmático Gonzalo de Córdoba, yerno y mejor amigo de Cervantes, en el que narraba “sus aventuras con Miguel de Cervantes en el Madrid de comienzos del siglo XVII, en la infinidad de dificultades que ambos tuvieron que superar hasta que la novela de El ingenioso hidalgo”.

Aquella aventura cambió sus vidas para siempre. Erasmo, un solitario misántropo que sólo vivía por y para los libros, había saboreado la fama y el reconocimiento público, se había convertido en una celebridad, y había aprovechado el momento para hacerse con unos ahorros y enriquecer su colección con nuevas adquisiciones.

Pilar, por su parte, se había convertido en profesora titular universitaria de Literatura Española del Siglo de Oro, gracias al éxito alcanzado por su edición del manuscrito de Gonzalo de Córdoba. La publicación le había dado dinero y prestigio y, curiosamente, le habían aligerado la agenda, disponiendo ahora de más tiempo que cuando era una simple profesora universitaria.

El tiempo había pasado y ni Erasmo ni Pilar puede decirse que sean completamente felices. Se sienten vacío, les falta algo. Pero un nuevo descubrimiento les embarcará en otra apasionante aventura, que despertará su instinto literario y les enfrentará a los enemigos que ya tuvieron enfrente en la anterior novela, especialmente una peligrosa delincuente que busca venganza. Y es que la búsqueda del original del Quijote se cerró con el descubrimiento de la obra pero con varios e inquietantes cabos sueltos.

La aparición de otro tesoro literario relacionado con la familia de Córdoba, una nueva crónica de Gonzalo de Córdoba, embarcará a los protagonistas en una nueva trepidante aventura, un relato que nos acercará nuevamente a la figura de Miguel de Cervantes, siguiendo sus pasos después de la publicación de la primera parte del Quijote y que volverá a desvelar los secretos y misterios que rodean su obra y su persona.

Una trepidante investigación que no desentierra unos simples restos, como están haciendo en la actualidad, sino que devuelve a la vida al personaje de carne y hueso, y desvela sugerentes y apasionantes hipótesis sobre la posible existencia de un Quijote alternativo, el misterio del Quijote de Avellaneda y el increíble vínculo entre Cervantes y Shakespeare. Si a esto le añadimos la envidia y el rencor de Lope de Vega, las maquinaciones de un librero sin escrúpulos, y la intervención de Góngora y Quevedo, ya tenemos todos los ingredientes para un menú irresistible.

Madrid, 1616 es otro genial homenaje al mundo de los libros y, especialmente, a la figura de Cervantes, a la altura del genio, a aquel que en vida “fue un pobre desdichado al que apenas hicieron caso y cuyo genio jamás fue debidamente reconocido”.

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