lunes, 9 de noviembre de 2015

El secreto de la modelo extraviada, de Eduardo Mendoza

Eduardo Mendoza vuelve a proponernos una delirante lectura con El secreto de la modelo extraviada (ed. Seix Barral, 2015), la quinta aventura de su detective anónimo, loco y esperpéntico, protagonista de El misterio de la cripta embrujada, El laberinto de las aceitunas, La aventura del tocador de señoras y El enredo de la bolsa y la vida. Mendoza vuelve a acertar con otra novela plagada de episodios surrealistas e hilarantes, unos personajes excéntricos y estrambóticos, un tono socarrón y una crítica ácida y demoledora a la sociedad actual, en general, y a la catalana, en particular.

 
Los que hayan leído las anteriores novelas reconocerán la huella de Mendoza desde la primera página. Los que se acerquen a las aventuras de este personaje por primera vez descubrirán desde el principio un estilo único, divertido, surrealista, sorprendente, un relato desternillante por un trastornado que resulta imposible de soltar hasta llegar hasta el final. Los episodios iniciales de la mordedura del perro y de cómo se despierta su pasión por el footing nos auguran una lectura muy divertida, con carcajadas aseguradas.

Encontramos al protagonista trabajando en un restaurante chino, al que llegó de forma curiosa desde la peluquería que regentaba en la tercera de sus novelas. En el restaurante hace de todo, en teoría, es gerente, cocinero, jefe de almacén, contable, maitre y animador den las noches de espectáculo; en la práctica, hace de recadero, fregona, desatascador de desagües obturados, basurero, exterminador de cucarachas y toreador de ratas.

Al comienzo de la novela se presenta de esta forma tan sugerente: “En términos generales, estaba bien. De salud, de memoria y pare usted de contar. En esas condiciones y después de tantas aventuras, debería haber llevado una vida de sosiego, y en ello estaba cuando me mordió un perro y lo echó todo a rodar”. Y es que este episodio tan insignificante despierta en su memoria un caso que tuvo que investigar más de dos décadas antes, cuando todavía estaba ingresado en el manicomio del doctor Sureñes y recibió la visita de dos hombres, que decían ser enviados por el comisario Flores, y que le encargaron encontrar el perro desaparecido de la mujer de un empresario ilustre.

El protagonista vio en este caso la oportunidad de que pudiera recobrar su libertad y restablecer su honor, pero se encontró atrapado en una trampa para inculparle del asesinato de una joven modelo. La primera parte de la novela es el relato de cómo investigó ese caso con la ayuda de un excéntrico compañero, un ex guardia civil travesti que tendrán un surrealista peregrinaje a lo largo de la novela. La segunda parte de la novela se sitúa en la actualidad y en ella el detective retoma un caso que considera que se cerró en falso y que ahora quiere resolver a pesar de que ya ha prescrito.

Y este es el eje central de una trama en la que la intriga es una excusa para ofrecernos una historia hilarante, con personajes estrambóticos, situaciones muy divertidas, diálogos hilarantes en los que hay que detenerse porque no tienen desperdicio. El autor no da puntada sin hilo, y cada frase puede esconder una crítica mordaz, escondida bajo la fachada de unos descerebrados que, empezando por el protagonista, componen un cuadro presidido por el surrealismo y la sinrazón. Mendoza realiza una sátira de la actualidad, un relato del absurdo que se convierte nuevamente en una crítica magistral a una ciudad arrasada por la codicia, la crisis, la corrupción y la ambición, y que se manifiesta en esta ocasión en una peculiar sociedad clandestina de empresarios que tienen una muy particular visión del mundo.

Y nuevamente destaca la figura del protagonista, un alocado buscavidas que consigue sobrevivir dentro de la miseria, sin recursos y que, sin quererlo, se ve envuelto en complejas tramas de crímenes y conspiraciones. No es un héroe, no le mueve el altruismo. Estamos ante un personaje que se convierte en símbolo de una sociedad egoísta, descerebrada, frívola, sin valores, un ejemplo de que “la Humanidad avanza, pero hacia atrás”.

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