viernes, 4 de octubre de 2013

De cómo un hongo salvó el mundo

De cómo un hongo salvó el mundo, de José Ignacio de Arana (Martínez Roca, 2013) es un apasionante recorrido por la historia de la medicina, con múltiples anécdotas y episodios que nos sorprenderán.


El prestigioso doctor José Ignacio de Arana, autor de grandes éxitos como Diga treinta y tres o Grandes polvos de la historia, nos invita a un viaje divertido y ameno que se propone demostrar cómo la historia de la humanidad y la de la medicina siempre han caminado superpuestas.

Como bien afirma en la introducción, “la historia es el resultado de muchas vidas individuales interactuando”, y la trayectoria de cada individuo está unida de forma indisoluble a su estado de salud. Para añadir más argumentos a su premisa inicial, comprobaremos también cómo las enfermedades se han convertido en muchas ocasiones en auténticas protagonistas de la historia y, tristemente, sigue siendo así en la actualidad.

El autor comenta en la introducción su intención de escribir un libro que “no pretender ser, con todo, más que un entretenimiento, una diversión, bien entendido que, como dijo Chesterton, divertido es lo contrario de aburrido, no de serio”. Señala la dificultad de presentar en fragmentos la Historia de la medicina sin llegar a desvirtuarla, por lo que en este libro se ha limitado a “espigar aquí y allá curiosidades e historias sueltas, con minúscula, sin otro afán que despertar en el lector ganas de saber más y hacerle pasar unas horas de amable entretenimiento”. Sin duda, objetivo cumplido.

Este fascinante recorrido se inicia con el desarrollo del conocimiento del cuerpo humano a lo largo de la historia, un largo proceso que todavía no ha concluido, a pesar de los avances actuales. La evolución de este conocimiento la veremos en órganos como el hígado, considerado por los antiguos como centro de la vida, y definido en la actualidad como un gigantesco laboratorio, el órgano más complejo y perfecto de la naturaleza, después del cerebro, o en temas como los humores, las sangrías o la genética, apartado que da pie a una afirmación trascendental del autor sobre la vida del feto: “El hijo, desde el mismo momento de la concepción a partir de una célula de la madre y otra del padre, es ya un individuo diferente de ambos, con su propia vida y con el mismo derecho a conservarla que cualquiera de sus dos progenitores”. 

Continuamos después con la evolución producida en las maneras de curar, conociendo las diferentes armas utilizadas por el hombre en su lucha contras las enfermedades infecciosas a lo largo de toda su existencia: trasplantes, transfusiones, la higiene, las vitaminas, la homeopatía o venenos que curan. También descubriremos la curiosa historia de la Cruz Roja, fundada por un banquero suizo, dispuesto a aliviar el sufrimiento de millones de personas. Irónico, ¿verdad?

Los siguientes capítulos están dedicados a las enfermedades sexuales, las plantas medicinales, donde se nos desvelan las propiedades medicinales del ajo, el cacao y ¿el tabaco?, a las enfermedades de la sangre, las hormonas, la relación entre la enfermedad y la fe, la obra de Hipócrates o plagas de ayer y hoy como la lepra, la peste negra, la viruela, el sida, etc.

El misterio envuelve el capítulo dedicado a extraños embarazos y nacimientos, para pasar a continuación a las enfermedades mentales, con un interesante apartado sobre Van Gogh, “un hombre con un grave deterioro mental y que durante toda su vida fue un continuo fracasado”.

Los dos últimos capítulos nos trasladan a la Prehistoria, Mesopotamia, Egipto, la India, China y Japón, que nos demuestran que “la medicina se realizó en las épocas más primitivas de la humanidad, cuando también, no lo dudemos, se curaba a los enfermos igual que ahora, como se sabía”. 

Con un tono divertido y un relato plagado de anécdotas curiosas, iremos asistiendo a un apasionante recorrido que dará respuesta a sugerentes preguntas como estas:

¿Sabía usted que el tabaco fue recomendado con entusiasmo durante muchos siglos por las autoridades sanitarias por considerarse una planta medicinal y prácticamente milagrosa para curar todo tipo de males?

¿Que el nombre hígado proviene de la pasión del romano Apicio por el rico sabor del hígado de los gansos alimentados con higos e hidromiel?

 ¿Que el hongo que salvó el mundo fue descubierto de manera casual por Alexander Fleming y que posteriormente sería bautizado como penicilina? 

¿Que las endorfinas, las responsables de las sensaciones más placenteras para el ser humano, reciben este nombre por su similitud con la morfina y que su producción se puede estimular mediante el café, el chocolate o el sexo? 

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