lunes, 17 de diciembre de 2012

El color de la ley

El color de la ley (Principal de los Libros, 2012) es el acertado debut del abogado Mark Gimenez, un thriller judicial del que algunos ya califican como “el nuevo Grisham”. Siempre recelo de este tipo de comentarios, pero en esta ocasión puedo decir que las comparaciones NO son odiosas. Estamos ante un potente thriller que no solo nos ofrece una interesante intriga judicial sino que nos acerca a una magistral historia de redención que refleja las virtudes y las miserias intrínsecas en el corazón del ser humano. Y para completar el menú, un gran final, acertado, sin concesiones a la galería.


La novela se presenta como un homenaje a Matar a un ruiseñor, de hecho serán muchas las referencias a esta obra a lo largo de la trama. El clásico de Harper Lee es además el “culpable” de que Gimenez se embarcara en esta su primera novela. Según afirma el autor, mientras cenaba con su familia, su hija le preguntó si la trama de Matar a un ruiseñor sería posible hoy en día, es decir, si una persona inocente podría ir a la cárcel por el mero hecho de ser negra. Esta pregunta fue el empujón que dio origen a esta gran novela.

Scott Fenney es el protagonista, el alma de la historia. Scott es un importante abogado en un gran despacho de Dallas. Con apenas 33 años disfruta de lo que considera una vida perfecta, ganando 750.000 dólares al año gracias a haber conseguido un cliente rico que le proporciona una constante y jugosa fuente de ingresos, conduciendo un Ferrari y viviendo en una mansión en uno de los barrios más exclusivos de Dallas. Además está casado con una de las mujeres más atractivas de la ciudad y tiene una hija de 9 años, Boo, a la que adora.

Scott, al igual que todos sus compañeros de profesión, lleva una doble vida a lo doctor Jekyll y Mr. Hyde. En el despacho es un abogado con éxito “ganando a cualquier precio, trabajando los beneficios, engañando al sistema, distorsionando las normas, dominando el arte de la abogacía creativa y agresiva y ganando mucho dinero”. En su casa, es una buena persona, un marido fiel y un padre cariñoso que intenta inculcar en su hija las virtudes de llevar una vida buena y decente.

Durante años, Scott ha conseguido mantener el hipócrita equilibrio entre su trabajo y su vida familiar, pero un discurso pondrá patas arriba todo lo que hasta ese momento había construido. Scott quiere ser elegido presidente del Colegio de Abogados de Texas y realiza un discurso en el que defiende su oficio como “nobles guardianes del imperio de la ley, luchando por un mundo mejor, por los derechos civiles, protegiendo a los pobres, defendiendo a los inocentes y liberando a los oprimidos”. Todo es falso, una fachada de integridad para ganarse los votos de los oyentes, pero un juez del Tribunal Federal que asiste al acto cree en la sinceridad de sus palabras.

El juez designa a Scott como abogado de Shawanda Jones, una prostituta negra y drogadicta, acusada de haber asesinado a Clark McCall hijo Mack, un prestigioso senador. Todas las pruebas apuntan en contra de la acusada, pero el juez quiere un abogado que defienda con honor su causa, alguien capaz de preocuparse por los necesitados y luchar por la justicia.

El caso resulta complejo. Mack es un senador que ha iniciado su carrera hacia la Casa Blanca y su hijo, siempre mezclado con alcohol, drogas y mujeres, había sido un lastre para su carrera política. Si salen a la luz detalles sobre las andanzas de su hijo, su ambición de ser presidente se verá frustrada. El problema es que Mack es cliente del socio mayoritario del bufete de Scott, por lo que este tendrá que quitarse de en medio el caso para que no afecte a los intereses del bufete. Pero no le va a resultar fácil, y se verá sumergido en una encrucijada en la que tendrá que elegir entre hacer lo que es justo y correcto o hacer lo que le conviene para mantener su acomodada vida. Presionado por el implacable y ambicioso senador, su interesado socio y su caprichosa mujer, tendrá que hacer frente a una decisión que puede llevarlo a sacrificarlo todo.

La historia dará continuos giros, nos emocionará ante las problemáticas personales que se presentarán y nos indignará ante las miserias morales de algunos de los personajes. La evolución del protagonista resulta magistral, un abogado acostumbrado a moverse únicamente por el dinero, a ganar a cualquier precio, sin ningún escrúpulo moral y que tendrá que trabajar en un caso que le hará enfrentarse a su conciencia y replantearse todas sus prioridades.

Son muchos los detalles a destacar en la novela, la comparación que Scott hace sobre el mundo de la abogacía y el fútbol americano, la hipocresía de muchos de los personajes, el vacío de las vidas de los habitantes del barrio en el que vive, los brillantes comentarios de su hija con una peculiar visión de la vida, las ilusiones de un juez que todavía cree en la dignidad del ser humano, los caminos de Scott y su antiguo compañero de carrera que volverán a encontrarse desvelando caminos opuestos y visiones encontradas de la vida, la ambición de poder de un senador que no está acostumbrado a que le digan que no, un sistema judicial injusto, racista y corrupto y una mujer que se enfrenta a la pena de muerte y que lucha contra sus adicciones.

El color de la ley es una novela redonda con una trama de las que enganchan e impactan y unos personajes que dejan huella.

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