viernes, 3 de agosto de 2012

La edad de los milagros

La edad de los milagros (ed. Grijalbo, 2012) es el debut literario de Karen Thompson Walker, un sorprendente relato escrito en primera persona por una adolescente en medio de un planeta que se dirige hacia su final.

La novela no es el típico relato apocalíptico tan de moda en la actualidad, lo novedoso de esta historia lo encontramos en el tono de normalidad y cotidianidad con el que la protagonista narra sus vivencias mientras todo el planeta se enfrenta a una catástrofe de incierto final.

Julia tiene once años y disfruta de una plácida existencia en California hasta que un día despierta con una noticia que cambiará el mundo de forma radical: se ha ralentizado la rotación de la tierra. En principio no parece que se produzca nada reseñable, se enfrentan a una catástrofe casi invisible, “no había imágenes que mostrar en televisión, ni edificios incendiados, ni puentes hundidos, ni hierros retorcidos, ni tierra quemada, ni casas destruidas. No había heridos. No había muertos”.

Pero en poco tiempo comenzarán a hacerse visible los cambios. Los días y las noches se van alargando de forma alarmante, la fuerza de la gravedad se ve alterada, los relojes ya no sirven para nada y el sol se convierte en un despiadado enemigo. Nadie se atreve a predecir cómo va a afectar el fenómeno al futuro del planeta, pero todos coinciden en lo alarmante de la situación.

Aparecen fenómenos naturales anómalos y nuevas enfermedades provocadas por la alteración, mientras la sociedad improvisa intentado adaptarse a los nuevos cambios.

En principio, estamos ante un punto de partida que ya encontramos en otras historias del género, aunque ya observamos algo diferente en la forma de ser narrado. Asistimos a la tragedia a través de la mirada inocente de Julia, con un tono alejado de reacciones extremas ni alarmismo. Y conforme avanza la narración la novela se irá alejando aún más de fiebres apocalípticas. A pesar de que la humanidad se enfrenta a un futuro incierto y perturbador, Julia relata cómo la vida continúa y todos intentan seguir con sus rutinas mostrando la increíble capacidad del ser humano para adaptarse.

Julia asistirá a un fenómeno curioso, descubrirá cómo la ralentización de la Tierra producirá otros cambios, menos visibles en principio, pero más profundos, que alteran “trayectorias más sutiles como las de las amistades o los caminos que conducían al amor o al desamor”. La gente que la rodea empieza a cambiar, alterando la relación con sus padres, con su mejor amiga y con el chico que le gusta.

Mientras el planeta se enfrenta a su posible destrucción, nos sorprenderemos acompañando a Julia en sus luchas cotidianas, identificándonos con sus anhelos y miedos, sus frustraciones y sus esperanzas. La autora nos atrapa con su prosa, nos engancha con su personaje protagonista y nos muestra de la forma más natural cómo “las verdaderas catástrofes siempre son diferentes, inimaginables, imprevistas y desconocidas”.

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