El 3 de enero de 1990, Pilar Mateo, fabricante de pinturas, doctora en ciencias químicas y científica con creatividad desbordante, mientras leía una noticia del periódico tuvo una genial idea para erradicar los microbios de las paredes de los quirófanos por medio de una pintura con insecticida. Este episodio fue “el arranque de una lucha que acabaría llevándola, ocho año después, a un territorio olvidado al otro lado del Atlántico para salvar con su pintura a una etnia en agonía por culpa de unos bichos más letales que los hongos de los quirófanos”.
Comenzó así un camino, plagado de obstáculos, en el que, después de unos inicios frustrantes, se centró en el estudio de su adversario, los insectos. Sus descubrimientos llamarón la atención de empresarios argentinos que vieron la oportunidad de hacer un buen negocio. Pero un encuentro con el doctor boliviano Cleto Cáceres, que llevaba años luchando de forma desesperada contra el mal de Chagas, cambió de forma completa su perspectiva y, el lugar de viajar a Argentina y conseguir un contrato que la convirtiese en una mujer rica, dirigió sus pasos a Bolivia, donde en el año 1998 entró en contacto con los Urundaite, una comunidad indígena guaraní del Chaco boliviano, sumida en la miseria y bajo la amenaza de un insecto letal, el vinchuca, “es una chinche que se alimenta de sangre. De la de los pobres, porque son los que viven en casas con paredes de grumos de barro, llenas de griegas. Ahí se refugia la chiche, duerme y se esconde, aparea y se reproduce. Unos doscientos huevos cada hembra”.
Algunas de las vinchucas contienen un parásito que puede resultar mortal, provocando una dolencia denominada “el mal de Chagas”, en honor a su descubridor, el doctor Chagas quién identificó el parásito en el año 1909. Un siglo después, no se ha encontrado una vacuna, hay 25 millones de personas afectadas de las que 50.000 mueren cada año. Eso dicen las estadísticas, la realidad tiene que ser mucho peor. Hay 100 millones de seres humanos en riesgo de contraerla, por sus condiciones de vida miserables y por las viviendas infrahumanas en las que habitan. Es el caso de los urundaite.
Cuando Pilar entró en contacto con los indígenas quedó desolada al observar la pobreza extrema y las condiciones de vida infrahumanas. Se dio cuenta de que la solución no era únicamente la aplicación de “Inesfly, la pintura salvadora”, necesitaban “educación, autoestima y confianza”. Se propuso hacer que los indígenas dejaran su actitud pasiva y se involucraran completamente en el proyecto. Enfrentándose a duros obstáculos como las condiciones climatológicas adversas, las envidias, los intereses políticos y económicos o el miedo, las supersticiones y la ignorancia de los más necesitados, comenzó una lucha contra un enemigo invisible, dormido, que permanecía en el organismo durante décadas hasta que se manifestaba de forma mortal.
Asistimos así a un relato emocionante, en el que la doctora se fue ganando poco a poco el cariño y el respeto de la gente con una vida entregada de lleno a ayudar a los más necesitados. La lectura de este libro tiene que llevarnos a reflexionar sobre la situación de millones de personas que permanecen en la miseria, muriendo por enfermedades que podrían curarse, ante la indiferencia y la dejadez del resto del mundo. Observaremos en primera línea y con vergüenza, las injusticias sociales y la explotación occidental.
Pero, por encima de todo, resalta el ejemplo de una mujer que lucha por la justicia y la dignidad humana, con un compromiso de entrega al prójimo, a la vez que aprendemos una curiosa lección, “la gente que da más es la que menos tiene”.
(Reseña publicada en MujerdeHoy).
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2 comentarios:
¡Hola! hoy encontré tu blog y estoy navegándolo ¡este libro me ha llamado mucho la atención! ¡gracias por esta entrada!
¡Hola Bibliobulímica!
Ya he visto que eres un gran "Devoradora de Libros", ¡Bienvenida al blog!
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