La novela policíaca "Zulú", de Caryl Férey (ed. Maeva, 2010) nos ofrece una visión brutal y cruel sobre las miserias y el lado oscuro de Sudáfrica, un país que nos ha presentado su imagen más idílica con la celebración del Mundial de fútbol.
El protagonista de la historia es Alí Neuman, de etnia zulú, jefe de la policía criminal de Ciudad del Cabo. Alí no ha conseguido su puesto por la ley de discriminación positiva, sino por méritos, "había sido mejor que todo el mundo, era más inteligente; más rápido". El policía destacaba por su "repulsa por la corrupción que reinaba en casi todos los niveles de las administraciones". Pero estaba traumatizado y padecía insomnio crónico, ya que siendo niño fue testigo directo de la tortura y asesinato de su hermano y su padre, víctimas de las injusticias y brutalidades del apartheid.
La terrible experiencia había dejado en Alí unos traumas y secretos que se irán desvelando a lo largo de la novela. El protagonista cuenta además con la colaboración de un equipo policial compuesto por Dan Fletcher y Brian Epkeen. Estos dos personajes también van a protagonizar episodios de fuerte tensión emocional, con la mujer de Dan luchando contra un cáncer y con Brian, divorciado, manteniendo una relación conflictiva con su ex mujer y su hijo.
Los tres tendrán que enfrentarse a un caso que se irá complicando de forma irrefrenable. La hija de un conocido jugador de rugby de los Springboks, campéon del mundo en 1995, aparece brutalmente asesinada. Este cadáver dará inicio a una investigación que se convertirá en una pesadilla para los protagonistas y en la que se mezclará un cóctel mortal con mafias, tensión racial, nuevas drogas, magia negra, rituales bárbaros, experimentos científicos, etc.
"Zulú" nos ofrece un cuadro devastador de la sociedad sudáfricana con los townships como protagonistas, que son grandes barrios de chabolas o casas bajas construidos en la periferia de las ciudades. Estos barrios habían cambiado desde la llegada de Nelson Mandela, ahora tenían "agua corriente, electricidad y carreteras asfaltadas, casitas de ladrillo y las redes de transporte permitían llegar hasta el centro de la ciudad". Pero muchos criticaban que Mandela se había quedado demasiado corto en las reformas y todavía quedaban miles de viviendas sumidas en la miseria. No aceptaban que esa era el precio que había que pagar por el "milagro sudafricano", "por la llegada pacífica de la democracia a un país al borde del caos".
La investigación liderada por Alí nos mostrará el grado de violencia extrema en un país en el que se producía una violación o una agresión cada cinco minutos. Las violaciones, asesinatos, etnocidios y saqueos forman parte de la rutina diaria. La primera democracia de África es, en realidad, el país más peligroso del mundo, de tal forma que "el miedo al negro había cedido paso al miedo a la delincuencia entre la mayor parte de los blancos acomodados".
El equipo policial recibirá muchos presiones políticas para resolver la oleada de asesinatos que se producirán ya que se estaban jugando mucho económicamente, formaban parte de un país en crecimiento que necesitaba inversores y se estaban preparando para el Mundial de fútbol, durante el que los ojos de todo el mundo iban a estar fijados en ellos.
Los asesinatos van a resucitar fantasmas del pasado, las miserias del apartheid que todavía no se han superado, "reavivan un pasado turbio, voluntariamente ocultado en nombre de la reconciliación nacional". Asistiremos también a la descripción de los estragos producidos por el sida, visitaremos cárceles saturadas, con condiciones de vida infames y descubriremos la falta de escrúpulos de los laboratorios farmacéuticos, dispuestos a todo con tal de conseguir beneficios.
La novela se sale de los cánones habituales del género, tanto en su desarrollo como en su final; el relato se presenta de forma brutal, sin ahorrar detalles en la violencia pero, lo más inquietante, todo lo narrado resulta convincente y realista, mostrando una situación límite ante la que "la policía era impotente e incluso víctima".
"Zulú" nos desvela que la violencia sigue siendo "el principal medio de expresión" de la Sudáfrica post-apartheid y, enfocando el objetivo más allá del país africano, muestra la "violencia inherente a la condición humana".
(Reseña publicada en MujerdeHoy).
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