lunes, 27 de marzo de 2017

Restos mortales

Más de 20 millones de lectores en todo el mundo.

Más de 600.000 libros vendidos de la serie en España. 

Su obra está publicada en más de 34 países. 

Ganadora del Premio Pepe Carvalho 2016. 

Si todavía no has leído ningún libro de Donna Leon, la gran dama del crimen, creo que estos datos son argumentos de peso para convencerte. Y es que la serie del comisario Brunetti es un referente para todos los aficionado al género policíaca.

Una serie que con Restos mortales (Seix Barral, 2017) llega a su entrega número 26 y se adentra por primera vez en la problemática ecológica y los delitos contra el medioambiente.


Nació en Nueva Jersey el 28 de septiembre de 1942. En 1965 estudió en Perugia y Siena. Continuó en el extranjero y trabajó como guía turística en Roma, como redactora de textos publicitarios en Londres y como profesora en distintas escuelas norteamericanas en Europa y en Asia (Irán, China y Arabia Saudita).

Protagonizadas por el comisario Brunetti, ha publicado, siempre en Seix Barral, las novelas Muerte en La Fenice (1992), que obtuvo el prestigioso Premio Suntory a la mejor novela de intriga, Muerte en un país extraño (1993), Vestido para la muerte (1994), Muerte y juicio (1995), Acqua alta (1996), Mientras dormían (1997), Nobleza obliga (1998), El peor remedio (1999), Amigos en las altas esferas (2000) —Premio CWA Macallan Silver Dagger—, Un mar de problemas (2001), Malas artes (2002), Justicia uniforme (2003), Pruebas falsas (2004), Piedras ensangrentadas (2005), Veneno de cristal (2006), Líbranos del bien (2007), La chica de sus sueños (2008), La otra cara de la verdad (2009), Cuestión de fe (2010), Testamento mortal (2011) y La palabra se hizo carne (2012). 

Es también autora del libro de ensayos Sin Brunetti (Seix Barral, 2006) y prologuista de la atípica guía Paseos por Venecia (Seix Barral, 2008). Sus libros, traducidos a veintiséis idiomas, incluido el chino, son un fenómeno de crítica y ventas en toda Europa y Estados Unidos. Desde 1981 reside en Venecia.

Restos mortales comienza con una escena casi cómica que se convierte, de forma fortuita, en una oportunidad para que el comisario Brunetti se tome una vacaciones y descanse un tiempo de su trabajo. Lo necesita, y así se lo hacen ver su doctora y su esposa, Paola.

Necesitaba escapar de crímenes, violencia, altercados y violaciones. La casa familiar en San Erasmo, la isla más grande de la laguna veneciana, parece el lugar ideal para que el comisario pase unas semanas casi en plena soledad, leyendo libros y haciendo el tipo de trabajo manual que le ayude a mantener la cabeza alejada de la oficina. Sin estrés, ni presiones, haciendo algo más "que no sea estar esperando a que aparezca el siguiente caso horrible para resolverlo". Pero no todo va salir tal y como lo habían planeado y la muerte le estará esperando a la vuelta de la esquina.

En San Erasmo, Brunetti entabla amistad con Davide Casati, el hombre encargado de cuidar la casa, un tipo duro y peculiar al que sólo parece haber una cosa que le preocupa desde la muerte de su mujer: el cuidado de sus abejas, que misteriosamente están desapareciendo a causa de algún extraño fenómeno que afecta a toda la zona.

Cuando Brunetti se encuentra disfrutando de la lectura de sus textos clásicos favoritos y del idílico entorno, se encuentra con un cadáver que aparece ahogado en las aguas de la laguna. Hay cosas que no cuadran y el comisario pondrá a su equipo a resolver un asunto que implica a una gran empresa dedicada al manejo de residuos tóxicos y que podría poner en peligro el equilibrio natural del ecosistema.

A partir de aquí volvemos a encontrar al mejor Brunetti en una trama sombría, pesimista con un final que nos deja un regusto amargo...

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