La última voz (Ariel, 2022) relata el testimonio del último testigo del Proyecto Manhattan, el plan secreto que inauguró la era atómica y la Guerra Fría.
José Ignacio Latorre es catedrático de Física Teórica en excedencia en la Universidad de Barcelona. Es director del Centre for Quantum Technologies de Singapur e investigador jefe del Quantum Research Center en Abu Dabi. Fue cofundador del Centro de Ciencias de Benasque Pedro Pascual y de la empresa Qilimanjaro Quantum Tech, que está construyendo el primer ordenador cuántico del sur de Europa. Es autor de Cuántica y de Ética para máquinas, ambos publicados en Ariel.
Maite Soto-Sanfiel es doctora en Comunicación Audiovisual por la Universidad Autónoma de Barcelona. En la actualidad es profesora en excedencia del Department of Communications and New Media e investigadora principal del Centre for Trusted Internet and Community, ambos en la Universidad Nacional de Singapur. Dirigió el documental That´s the Story. Roy J. Glauber Remembers the Making of the Atomic Bomb, que es el germen de este libro.
En 1943 Roy J. Glauber tenía 18 años. Estudiaba simultáneamente la carrera de Física y cursos de doctorado en Harvard. Un día, un emisario del gobierno pidió entrevistarlo. Poco después, siguiendo escuetas instrucciones, Roy envió sus pertenencias a una misteriosa dirección postal y tomó un tren sin saber a dónde. Así llegó a Los Álamos, un laboratorio aislado y secreto en el que las mentes más brillantes de la época trabajaban en el Proyecto Manhattan. De la noche a la mañana, el joven Roy se codeaba con los principales referentes científicos para crear un arma que cambiaría el panorama bélico y político del siglo xx.
La fama es inalcanzable para la mayoría de los humanos, y ese muchacho de entonces desconocía que después la tendría por partida doble. En 2005 obtuvo el premio Nobel de Física por sus trabajos sobre la coherencia cuántica de la luz. Pero, además, Roy fue testigo de los hechos, conoció y sobrevivió a prácticamente todos los científicos vinculados a la creación y lanzamiento de las bombas atómicas; vivió de cerca el antes, el durante y el después de ellas. Desde el punto de vista histórico, Roy ocupó un puesto privilegiado: nadie más lo detentará. Por eso, si la vida le pone a uno en contacto con un hombre tan excepcional como él, y en circunstancias tan especiales como las aquí relatadas, tiene la obligación de contarlo.
Este libro narra el inicio de la era atómica a través de un verdadero protagonista; uno independiente, comprometido con la verdad. Los hechos rememorados por Roy permanecerán en la historia quizá por milenios. «Yo solo fui un observador… aunque uno muy bueno», nos dijo. Aquí queda su voz. La última voz.
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