martes, 2 de diciembre de 2014

A mí este siglo se me está haciendo largo, de Luis Piedrahita

Luis Piedrahita es un personaje polifacético, Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra, al que hemos podido disfrutar con su labor como director, guionista, mago, monologuista y escritor, dos facetas estas últimas que encontramos en su nuevo libro, A mí este siglo se me está haciendo largo (ed. Planeta, 2014) un derroche de ingenio, dominio del lenguaje y humor, que nos hace ver el mundo desde una perspectiva diferente, sarcástica, surrealista, poniendo la mirada en “esas cositas pequeñas que a la larga son las que hacen de la vida algo realmente grande y de este libro algo imprescindible como el respirar, necesario como el pestañear, apetecible como el bostezar y gratificante como el rascarse”. Una irresistible invitación para reírnos del “siglo más largo de todos los tiempos"…


José Mota nos prepara en el prólogo para lo que vamos a encontrar en este obra: “desabróchense los cinturones de las mandíbulas, ocluyan los esfínteres, relajen las gónadas y, por favor, apaguen los móviles: esto va a comenzar”. Y de esta forma, con los móviles apagados, y con mandíbulas, gónadas y esfínteres preparados, nos disponemos para disfrutar de un ingenioso derroche de humor, una divertida lectura que nos invita a reír y recrearnos con el talento y sarcasmo del autor, algo que, tal y como está el siglo, es una propuesta que se agradece y que resulta imposible de rechazar.

El autor consigue hacernos reír con un humor elegante, ingenioso, culto, que no necesita de lo chabacano para ofrecernos un divertido entretenimiento que, si rascamos en la superficie, también tiene su parte de crítica y reflexión, con referencias a situaciones problemáticas de la sociedad actual y con un sarcástico retrato de nuestras costumbres, manías y hábitos, que no son tan normales como a primera vista nos puede parecer. Solo pondría un pero, y es que le pediría más respeto en los asuntos religiosos. Es difícil encontrar un equilibrio en estos temas tan sensibles cuando se tratan con humor, pero con el talento de Piedrahita, seguro que puede estar más acertado.

Dejando esto aparte, no hay ningún pero más a una obra en la que el autor nos cautiva con su característica capacidad para rescatar los objetos y situaciones más insignificantes y elevarlos a la categoría casi de trascendental. De su mano, recorreremos lugares como las salas de espera, los museos, las rotondas, los probadores, los bancos, fijándonos en objetos o cosas en las que no solemos reparar como las latas de conserva, el estornudo, los trapos, los cortauñas, o de las que no se nos ocurriría hablar como los topecillos de las tapas del váter o las axilas.

En el libro hay lugar también para lo inverosímil, como toreadores de zombis o el único caso en el que la víctima va armada y el ladrón no, pero especialmente asistiremos al arte del autor para sacar punta a lo más insignificante y a situaciones cotidianas a las que no les damos importancia. Y así iremos descubriendo cuál es la velocidad exacta del tiovivo y su cara oculta, la verdadera razón por la que se inventaron los museos de arte moderno, la enigmática alopecia invertida de las esponjas, cómo los trapos confieren al hombre una fuerza sobrehumana o cómo se cambia la bombilla de un faro. Asistiremos a parecidos imposibles que el autor enviste de credibilidad como el que hay entre un banco y un sex shop, una rotonda y un huevo kinder, la vida de una persona y una sala de espera, un senador y un pisapapeles, los mariscos y la circuncisión, comprar un coche y pagar un secuestro, las neveras y los análisis de orina, el queso y un funeral o la carpeta de los documentos del coche y el paquete intestinal.

Conforme vamos avanzando se nos van planteando preguntas que nos harán detenernos y reflexionar como: “¿tendrán alarmas las tiendas de alarmas?”, “¿quién ha hecho el delirante casting de vehículos de los circuitos de coches de las ferias?”, “¿puedes convencer o sobornar a una abeja que te va a picar?”. “¿es malo que te coma un zombi?”, “¿qué utilidad podemos dar a todas las latas de betún blanco que hay en todas las casas de España?”, "¿de qué horrible material están hechas las carpetas de documentos del coche?", “¿por qué los mariscos son feos?”, “¿los esquimales tienen nevera?”, "¿de qué color es el corazón de los daltónicos?“, "¿por qué nadie se atreve a decir la verdad sobre los dulces navideños?”, “¿por qué comer tranchetes puede convertirse en uno de los momentos más tristes en la vida?”, “¿qué profesiones no deben tener hipo?” o “¿cómo llegan para quedarse eternamente las botellas de alcohol en los muebles bar?”; "¿con qué sueñan los trapos cuando salen de la fábrica?" o la solución definitiva al debate que tiene dividida a media España: ¿churros o porras?".

Y para completar el menú, cada capítulo termina con un “¿Sabías qué?” en el que el autor aporta breves apuntes gramaticales, literarios, históricos y curiosidades que ponen el broche de oro al libro.

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