El protagonista de la novela es Liam Mulligan, un periodista de la vieja escuela que se desenvuelve como pez en el agua en Providence, Rhode Island. Conoce a curas y prostitutas, policías y ladrones de poca monta, mafiosos y políticos, además de participar del peculiar código moral que rige un Estado en el que los sobornos se dividen en dos modalidades: la buena y la mala. Sin los sobornos “buenos” ni el tráfico de influencias es imposible hacer nada en Rhode Island.
Mount Hope, el antiguo barrio de Mulligan, comienza a ser asolado por una serie de incendios que provocan la muerte de amigos y conocidos del periodista. Aunque en la facultad todos los profesores le habían advertido sobre los peligros de involucrarse emocionalmente con las historias que escribía, él defiende lo contrario, convencido de que si no le importa nada un asunto tampoco despertará el interés de los lectores. Y en este caso, se involucrará personalmente, enfrentándose a autoridades y policías para averiguar quién está detrás de los incendios.
Con una vida algo caótica a nivel personal y sentimental, una obsesión por investigar que le lleva a tener una radio de la policía conectada en su habitación y teniendo que lidiar con los encargos caprichosos de su jefe, entre ellos el hacer de “niñero” del hijo del dueño del periódico, Mulligan se embarca en una investigación que se volverá cada vez más compleja y que le comprometerá a nivel personal, abriendo viejas heridas y poniendo en riesgo su propia vida.
El pirómano tiene un estilo ágil, con un tono fresco y desenfadado que aporta un toque diferente a una trama de crimen y corrupción.
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