El golpe de estado del 23 de febrero de 1981 ha dado lugar a un gran número de libros que ofrecen diferentes versiones sobre lo ocurrido. El escritor Javier Cercas ha realizado una crónica de los hechos en "Anatomía de un instante" (ed. Mondadori, 2009), que nos acerca a aquel acontecimiento a ritmo de thriller.
El libro plantea las principales preguntas en torno al golpe: ¿Cuándo empezó todo? ¿Dónde? ¿Quién? ¿Cómo? Repasa las diferentes teorías y ofrece respuestas fundamentadas.
El autor desvela el papel jugado por militares, políticos, la Corona, la Iglesia católica, empresarios y financieros, fuerzas de seguridad, periodistas, servicios de inteligencia y países extranjeros como Estados Unidos, sin ahorrar críticas y señalar responsabilidades. Tomando como punto de partida las instantáneas de aquel día, disecciona de forma magistral el perfil psicológico de los protagonistas, haciendo que podamos asistir a las luchas personales de cada personaje. Esta perspectiva es la que hace de este libro una obra original e imprescindible para entender los entresijos del golpe.
También especula con lo que habría pasado si las piezas del puzzle hubiesen encajado de manera diferente. Éste es uno de los aspectos más interesantes del libro, en el que el autor realiza un ejercicio imaginativo basado en los datos que anteriormente ha ofrecido.
Conforme avanzan las páginas, asistimos a un thriller, protagonizado por dos bandos, Armada, Milans y Tejero conspirando a favor del golpe y Suárez, Gutiérrez Mellado y Carrillo como los únicos que se jugaron el tipo en el Congreso a favor de la democracia. En medio, el Rey y Fernández Campo, quién fue en definitiva el personaje clave que consiguió parar el golpe.
Después de leer el libro veremos las imágenes de la toma del Congreso con una perspectiva diferente, entendiendo el significado de cada gesto producido por los protagonistas de aquel día.
Para finalizar, me gustaría destacar la parte denominada "la placenta del golpe". Retrocede hasta los meses anteriores al 23-F en los que “el país entero respiraba un atmósfera de golpe de estado”. El autor es especialmente crítico con el papel jugado por los políticos en aquellos días, culpándoles de la crisis que estaba viviendo el país, ya que decidieron echar a Suárez, pero no por medio de unas elecciones, sino a cualquier precio. “Fue una respuesta salvaje, en gran parte fruto de la soberbia, de la avaricia de poder y de la inmadurez de una clase dirigente que prefirió correr el riesgo de crear condiciones propicias a la actuación de saboteadores de la democracia antes que seguir tolerando en el gobierno la presencia intolerable de Adolfo Suárez”.
Leyendo las declaraciones de los políticos en la actualidad, tanto de uno como de otro signo, me entristece comprobar que el diagnóstico de la clase política sigue siendo el mismo… ¡o peor!
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