Valerio Massimo Manfredi ha relatado los últimos días antes del asesinato de Julio César, en su nueva novela “Los idus de Marzo” (ed. Grijalbo, 2009). Sabemos el final, pero leemos sus páginas con pasión, mientras los principales protagonistas de la historia desfilan por sus páginas encaminándose hacia un final trágico.
Comienza el libro con un ataque de epilepsia del protagonista, enfermedad que Hipócrates denominó “Morbo sacro”. Calpurnia, angustiada, asiste impotente al sufrimiento de su marido. El Pontífice Máximo tiene oscuras premoniciones, ante las que su médico le aconseja retirarse de la vida pública. Pero César decide continuar y afrontar el riesgo porque “le quedan demasiadas cosas por hacer”. Tiene 56 años, los últimos diez años ha sufrido todo tipo de “tempestades físicas y espirituales” que han estropeado su cuerpo, pero aún sigue peleando y quiere llevan a cabo su próximo proyecto, emprender otra expedición a Oriente. A lo largo de la novela César tendrá una actitud reflexiva, haciendo balance de lo que ha sido su vida.
Su mujer no se fía de las personas que su marido tiene alrededor, “muchos que hoy le ponen cara de amigo se transformarían en bestias feroces”. A pesar de las advertencias del médico, de su mujer y de su propio comandante, él sigue desarrollando su vida de forma confiada, descuidando de forma alarmante su seguridad. Las personas que le quieren observarán con preocupación la excesiva confianza que Julio César tiene en la bondad del corazón humano.
Roma anhela la paz, aunque atraviesa una época “de ferocidad y avidez, de conflictos incesantes, luchas intestinas, estragos de ciudadanos perpetrados por otros ciudadanos”. Julio Cesar quiere ser el que traiga la paz anhelada y acabar con las intrigas y divisiones internas, aunque para ello tenga que pisotear los derechos de los ciudadanos romanos. El conflicto está servido.
La trama nos guía por las traiciones, rumores, luchas de intereses y personajes sin escrúpulos que completaron la conspiración contra Julio César. Aún sabiendo el final, la intriga se mantiene hasta el final, con personajes ambiguos cuya actitud nos desconcertará hasta el final. César mantiene también una actitud desconcertante que tiñe de suspense toda la trama. Todo el mundo habla de una conjura, algunos deben averiguar si existe y quiénes la componen, pero las intenciones de unos y otros darán lugar a todo tipo de conjeturas.
Julio se siente abrumado por la presión, “Esta ciudad me abruma, la siento enemiga” y alguien le explica de forma acertada el motivo, “Cuando mayor es tu poder, mayor es la envidia, cuanto mayor es tu valor, mayor es el odio”. Son varios los avisos que le llegan a César, pero el continúa confiado, “siempre has vencido, César, vencerás también esta vez”. Un agorero le hizo la advertencia más enigmática: “¡Guárdate de los idus de marzo!”, ignorada también por el protagonista.
Cicerón, Marco Antonio, Cleopatra y Bruto aparecen en esta novela junto a otros personajes menos conocidos pero determinantes en la conjura contra Julio César. Con rigor histórico, Manfredi nos ofrece una novela que se lee de un tirón, siguiendo el estilo de sus anteriores obras. Acción e intriga en una historia que nos sitúa en el centro de uno de los acontecimientos más conocidos de la historia, señalando el papel que cada uno de los protagonistas tuvo en aquella conjura.
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En tu opinión, ¿puede leer esta novela un niño de once años? No hablo de que se aburra o la entienda; con eso no hay problema. Me refiero a sexo y violencia inadecuados para esa edad (sí, ya lo sé, soy muy anticuado)
ResponderEliminarLeandro,
ResponderEliminarCreo que no eres anticuado, es cierto que no todas los libros son adecuados para cualquier edad y hay que tener cuidado.
"Los idus de marzo" es una novela para adultos, no porque haya escenas de sexo o muy violentas (no las hay explícitas), sino por su temática, aunque esto depende de la madurez personal de cada lector (hay niños con 11 años que son muy maduros...).
Muchas gracias. Eso es lo que quería saber. En cuanto a la madurez, no me preocupa demasiado: fue mi hijo el que me lo pidió, después de hojearlo en una librería; yo no lo conocía
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